domingo, julio 16, 2023

La política como fenómeno estético y emocional, mi hermano, estelar

En casa de Rosita otra vez. Un agasajo por haber estado en las Arenas. Y nos dieron de comer y beber en abundancia y con mucho esmero, como si saliéramos de la  piscina de hacer 2000 mariposa. Cuando por edad ya hemos alcanzado gran parquedad/parvedad en el alimento, pues nos echamos la tarde hasta el declinar el día largo de julio.

. Ayer interpretó todos sus roles, hizo una exhibición de sí mismo perfecta, no le faltó nada, como abunda siempre en su representación, deberia releer a Schopenhauer por el lado de la voluntad, para modificar aquella. Para él no hay  más que instinto/interés como Adam Schmidt
Todo el mundo dice que cómo me meto con mi hermano, pero eso hace que él se sienta muy querido y admirado por mi. En el fondo me lo agradece, le doy resonancia a lo más importante: sus apetitos e intereses. Pero como se me reprocha que dé cuenta de sus flaquezas, que tanto le gusta tenerlas y mucho más aprovecharlas, no colgaré las únicas fotos que saqué  de sus actuaciones, sucesivos destrozos y otros sobre o al lado de la mesa que iba cometiendo.
Lo que más me excita de mi hermano, es su  claudicación al interés como al vicio o la virtud más exigente, que es cuando ya está bien servido de vino o algún otro líquido, y con toda educación se dirige a Rosita, enseñándole una cococola:  Rosa te importa que haya cogido una cococola.  Es la ocasión de parar de tomar alcohol y aprovechar la nevera solitaria olvidada  por todos. Casi me muero cuando al poco le veo salir a la terraza ahora con una tónica: Rosa te importa que me tome esta tónica, que titiritaba   en la nevera, pensaría. 
No se trata de que un día realmente quiera  una cocacola y lo que vaya cayendo, a horas de "vamos a aprovechar el post alcohol", sino que es como un mecanismo biológico-contable que se activara siempre en él, en cascada todas las veces, como si fuera producto de un instinto, nunca jamás le verás tomándoselo y pagando en  la calle.
La mujer irrumpiente, absolutamente sin parangón, no habíamos conocido nada igual ni parecido, cuando en el mundo impera la mediocridad y lo seriado. 
Siempre nos ha gustado la burguesía con su ideología profunda y natural, incluso en su naturalismo pijo. También es una decantación estetica. Nos confirman que la política nada tiene que ver con el análisis racional ni el conocimiento, sino que debe predicarse en nombre de lo estético; la imagen prestigiosa y diferenciada (para algunos hippie, para otros contracultural, siempre cool...) La política  puede ser el último look, el profundo.

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