martes, julio 11, 2023

El Día: Un presidente veleta y voluble, una derogación personal


La RAE define la opinión como el juicio o valoración que se forma  alguien sobre algo.  Juicios o valoraciones son formados constantemente sobre cualquier cosa, en un flujo constante, veleidoso, revisable, reversible, contingente. Nada es fijo, todo cambiable y provisional. Las opiniones no son  convicciones o creencias. Los hechos no existirían  bajo el dominio/sumisión  a la opinión, una última instancia  de aniquilación factual (falsa). Es tal el grado de emponzoñamiento que han creado las marginales  del Ministerio de Igualdad y los vividores sin capacitación de la políticos de progreso (dato mensurable, comparativo y objetivo), que hasta han degradado el clima crítico racional de veracidad mínima que exige la comunicación: para poder darse ante la opinión pública y los medios. Al tener tanta fuerza de erosión de la verdad y realidad de la sociedad, que incluso los periodistas entrevistadores del doctor Sánchez no han esgrimido enérgicamente las bases de la comunicación intersubjetiva, en cuanto racionalidad, objetividad, argumentación y veracidad. Le reprochaban a él su sarta de mentiras, que las despachaba con más mentiras del todo inverosímiles y estúpidas. El sintagma  “cambiar de opinión” todo lo justificaría y con todo podría. De los infinitos puntos de vista que coexisten sobre un mismo asunto, el simple Sánchez solo tenía uno de recambio, justo el del cambio/mera negación. Las primeras “opiniones” eran las insistidas, reafirmadas  y consolidadas durante años, justo hasta el momento de las elecciones y encuestas. Una muestra suprema de la irresponsabilidad al no asumir la autoría de sus decisiones mintiendo exactamente igual a  como hacen los chorizos en comisaria  o el juzgado: yo no dije/hice eso.  La indignidad confabulada  con la imbecilidad objetiva. Gobernar estaría al albur del cambio de opinión, como la aplicación de las leyes, votar no tendría sentido, los programas menos. Cómo se puede decir que cambia de opinión, cuando mentía  como un  bellaco, se desdecía como un adolescente inseguro y  temeroso, ponía carita de víctima, negaba todo como un robaperas, se hacía el perseguido y vilipendiado, intentaba pasar por  humilde el despótico, distante. El guapo era odiado de pura envidia. Resulta imposible referirse a Sánchez prescindiendo de sus pulsiones, determinaciones y medios para alcanzarlos. La anteposición  incondicional de su interés particular,  a nadie antes se le enmarcaba con un constructo y diagnosis psíquica: narcisista, psicópata, egocéntrico para el que el otro es algo que carece de sustantividad  y elaboraciones propias.

Su falta absoluta de empatía, y la negación de sus propios actos y declaraciones, forman parte de ese jardín interior calcinado, vacío  de la presencia del otro cualquiera, inexistente por sí mismo, que incluso  cuidado y congruencia de su propia imagen/dignidad resultan innecesario.


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