Gracias a la Ley de la Memoria Histórica del estadista Zapatero, esa Torá a la que faltaba el Talmud, que llegó pronto de la mano del incuestionado doctor Sánchez con la Ley de Memoria Democrática, que nos fueron otorgadas como refundadoras de una perfeccionada ley mosaica con muy severas proscripciones. Dos personalidades con grandes imperativos educativos para la población: crear verdaderos antifascistas de repudio activo al franquismo en su perduración alentada, como de extirpación de su sombra. Tan ambiciosa ingeniería social de formación de un nuevo espíritu nacional, no contó con el hartazgo, que necesariamente produciría, la lucha contra el satán franquista cadáver y la elevación a los altares bajo palio de la izquierda. En una democracia cívica, escéptica y laica tal combate para la conformación moral de las personas nadie lo desencadena. Quizá Calvino en Ginebra o Savonarola en Florencia, pero eran de mucho más fuste, ellos y seguidores, que los del estadista y el doctor, con feligresía huera y sin bagaje tipo Pepiño Blanco, Leire Pajín, Bibiana Aido, Patxi López, Ander Gil.
Tanta exaltación de la virtud y moral, el Bien puro con el
feeling y soul de lucha antifranquista que
imprime Bolaños en una sociedad hedonista
y liberal vinieron a segregar el efecto contrario al que incoan todos los afanes reeducativos, aun sin sus campos,
pero con similares propósitos: el conocimiento preciso de la II República y guerra
civil, lo que un servidor y muchos otros antifranquistas habíamos evitado
durante años cuidadosamente conocer, en
profundidad. Cuando alzas un nuevo santoral de obligado cumplimiento por todos
los medios políticos, legislativos, administrativos, por unos camisas pardas de
la Cultura, te lo van a revisar y poner en solfa seguro, y cuestionarlo o
directamente odiarlo. Como delito de odio o literario y evocador.
Decíamos de jóvenes del PSOE: 100 años de historia y 40 de
vacaciones, de la II República y de la guerra salieron de sangre hasta los
hombros. Felipe González civilizó el PSOE y suprimió su marxismo, evocaciones y
referencias, democratizó España, universalidad de las sanidad y la educación,
metió a España en la OTAN y Europa, e inventó la socialdemocracia española. Es evidente que
no puede compararse el doctor Sánchez y su partido succionado, con Felipe González. Por tanto, la lealtad de González
en el culto al partido (ahora espeso silencio) no se entiende, al haber sido él
mucho más relevante que el conjunto del partido históricamente. Como tampoco se
entiende que Javier Solana que alterna con las Koplowitz, con su gran prestigio
internacional, afirme que siempre con el partido como si fuera una religión
sustraída a cualquier avatar histórico y personajes nada recomendables, límites.
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