Evidentemente que la carta de Tánger no sirvió de paradigma
o mera sugerencia a nadie nunca. Fue en esa ciudad donde más reinó el desbarajuste colonialista europeo en Marruecos. Un
protectorado era una figura jurídica internacional con su respaldo en el Derecho internacional, como también lo eran los mandatos, por difíciles o fracasados que después deviniesen. Una pequeña ciudad como Tánger
con su hinterland, era menos que una ciudad estado una ciudad-burocracia, en la que se apelmazaban orgánicamente: Administrador de la ciudad, Comité de control,
Asamblea legislativa, Oficina mixta, Tribunales mixtos, dominado por la
anarquía, descoordinación, diseminación y desgobierno y la más descontrolada
iniciativa privada que campaba a sus anchas. Así como en los protectorados español y francés hubo abundantes
obras públicas, inversiones y
equipamientos, Tánger venía a ser una ciudad sin ley, sin gobierno y
administración de planes y obras eficientes.
A cuyo desorden e inoperancia había que añadir diferentes estafetas de
correos, monedas, composición internacional de instituciones, aptos para aplazados y posibles arrebatos líricos y juveniles
ensoñaciones (españoles siempre), pero no rendimientos. Tánger, para ser mito,
ideal, ensoñación, fantasías cruzadas ha de estar despojada de realidad
material, estructuras, instituciones y sus praxis. Evitando en todo momento ser
confrontada desde su campo epistemológico y hermenéutico a ras de tierra, sin
lirismo ni fabulación.
Quien me ha hecho recapacitar sobre el valor jurídico,
histórico e institucional, de gobernanza de la ciudad estatutaria ha
sido Bernabé López García con su libro El Frente de Tánger (1936-1940)
Crónica de la guerra civil española en la ciudad internacional. El libro que aborda los tres años de guerra
civil española en Tánger, con continuos
enfrentamientos civiles entre franquistas y frente populistas (en este
libro este término que macula la sacralidad de la II República, no se usa, como
confiábamos no encontrar), fruto de una investigación exhaustiva sobre todo en
prensa. Tiene una virtud importante, al margen del cansancio que infunde solo
penar en la ardua tarea del
investigador, que va acompasando los enfrentamientos entre los españoles
divididos en la ciudad, con los avatares
de la guerra en la Península: avances, batallas, conquistas…con su inmediata
repercusión en África
Bernabé López García no se detiene en análisis o reflexiones
sobre las instituciones y legislación del Estatuto tangerino, son una realidad
de la que se parte, pero muestra el constante entrechoque de autoridades,
instituciones, partidos, prensa, países, y la amenazante presencia de
proximidad de los altos comisarios rebeldes de Tetuán: Orgaz, Beigbeder, el
propio Franco, de más matón.
Y lo que ocurre es el marasmo, desbarajuste, la
ingobernabilidad. Es cierto que el libro versa
solo sobre la guerra, pero se traslucen
emanaciones, contexto, juego normal del conjunto, la sustancia perenne
limada su parcial y contingente excepcionalidad. Es una ensalada de
delegaciones europeas, que arrinconan a verdadero telón de fondo, al elemento
marroquí: Mendub, algún jerife, cofradía, zagüía, lo que no hace sino
acusar el colonialismo de la ciudad estatutaria. Un ciudad e instituciones que
parecen incapaces de pensar en ir articulando el final de su estatus con la inevitable
independencia de Marruecos. Viven para la eternidad de su privilegiada
cotidianidad.
Paul Bowles ya escribió que era una ciudad sin ley, ni administración eficiente, emprendedora,
planificadora, sino paraíso para las ambiciones privadas desaforadas, por falta de
cortapisas, normativas y controles.
Entre la legión de seguidores del Tánger internacional español ideal, modélico, irrepetible, paradigma mundial de suma de singularidades que la providencia hubiera depositado en ella, no concibieron que en realidad fue una nadería institucional, de gestión, eficacia, buen gobierno; una cosa inaudita: una anarquía burocratizada. Desde luego, imposible imitarla. Por eso aquel Tánger era revista, gacetilla, ecos de sociedad, puro provincianismo.
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