Fue un verdadero placer que viniera el vasco Irkus, que aunque nacido en Canarias de familia nacionalista vasca, estudió en la famosa Comercial de Deusto y trabajó en Vizcaya, viviendo donde yo había veraneado siempre: doble placer al encontrarle magníficamente tras las intervenciones quirúrgicas, y luego por la conversación -yo me siento con Irkus, digo- de tema vasco, una geografía común, cartografiada al detalle.
Esta tertulia -me la despacho ya mismo- es una cosa entre colegial y aula de cultura para adultos, dos post abajo me empeñé contra ella por última vez. La salvan los afectos o sea las personas, los años compartidos, el marco incomparable y que lo pasemos muy bien. Pero su contenido y diseño no tienen nada que ver con mis intereses, gustos, lecturas, inquietudes o con debates que me enardecerían. Ni tampoco con los de mi hermano, ni diría yo con nadie fuera de los creyentes discipulares. Hablar de un libro desde ese mismo libro, es tan absurdo que atonta. ¿Qué es crítica, qué es autocrítica, intereses, gustos, reflexiones propias...?
Así de ininteligibles las cosas, que yo me voy a lo mío, salían delante de nosotros por el bellísimo jardín varias parejas en edad de otorgarse sexo con algunas sorpresas, tras esas salidas de sábado, y con los niños de alguna forma anestesiados, que le pregunto a Fernando
- ¿Estos son muy pijos (pijos cayetanos, de ser pijos izquierda caviar me hubiera ido)?
- Figúrate si serán, que ese es un XXXX (apellido), la otra una YYY (otro apellido)
Como Fernando es un hombre en posesión de una sexualidad magmática, estromboliana, eruptiva e incandescente le hago una pregunta muy de hombres, señalando a los/as que nos preceden por estos jardines de Babilonia.
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