En los años más duros del estalinismo, cuando Stalin jugaba con la vida y libertad de escritores (Anna Ajmatova, Mandelstam, Pasternak y cientos), y los procesos de Moscú, la mayoría de los intelectuales occidentales seguían defendiendo el comunismo, hasta Solzhenitsyn: el Gulag colmaba el vaso. Con millones de muertos de hambre y represión, ruina, terror indiscriminado, tanta comprensión no podía basarse en los hechos, en la realidad, sino en algo tan sutil como el éter: las intenciones. El comunismo iba a liberar a la humanidad entera, un anhelo (divino) de totalidad, una profecía de salvación. Siempre hay una dislocación entre hechos e ideas. Las ideas sencillas pero rotundas, la mera algebra volitiva es propio de la izquierda que aún subsiste. Ganan la bondad del sistema comunista no como realidad actual y verificable, sino en cuanto proyección intencional de meras ideas recitadas (la más ebria: el hombre nuevo) y por tanto infalibles: creencias.
Con Sánchez todo es posible ya que la política ha quedado descompuesta de pautas, propia lógica, comunicación, validez discursiva, impronta moral, previsibilidad y respeto sistémico. La política como conservación del poder a cualquier precio solo podrá ser elucidada en el futuro por el cine, literatura; en años venideros la España actual será un hervidero de motivos de inspiración: farsa, comedia, tragedia, drama, el absurdo, y las personalidades –nunca ideas- de sus dirigentes harán del arte y emociones únicos guías de estos años.
Son hechos y solo hechos que ya por enero y febrero un alemán en La Gomera y en un hotel de Las Américas todos los huéspedes y trabajadores estuvieran en cuarentena quince días, porque ya había pautas y avisos, son datos documentados todas las advertencias de la OMS, como que el 9 M subordinasen la salud pública a pasarela de ministras guapísimas y modernísimas para la ocasión; sobrecostes y caos con las mascarillas, recomendaciones erróneas continuas, mentiras, fastuosa incompetencia, negligencia, irresponsabilidad sistemática, todos los records batidos. En el mundo penal, con la responsabilidad objetiva civil, en el mundo empresarial se juzgan los resultados. En las relaciones sociales y legales. En la empresa privada ya habrían saltado por los aires (no pasaban el periodo de prueba). Que en España los resultados, hechos, daños y balances objetivos, el servicio prestado no cuente y sí Illa por susurrante, aburrido, inútil y cara colegial y el bohemio Simón: atolondrado, zombi, veleta. La pinta y buenas intenciones confieren impunidad, traspasan la política y entramos de pleno en la antropología cultural; esto no les ocurre a anglosajones, protestantes, ni a una cultura madura, de responsabilidad, es cultura de lo aniñado, variante más infecciosa de la infantilización.
https://www.eldia.es/opinion/2021/02/02/felices-intenciones-contundentes-resultados-33592801.html
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