Derechos históricos y fueros, anacronismos monárquicos
A lo largo de la mañana bastantes colaboradores de Prensa Ibérica hemos pasado a sólo para suscriptores
Mientras voces minoritarias muy activas tienen en el fin de
la monarquía parlamentaria y constitucional su máximo objetivo político, como
si solo así se abriese la puerta para cambios imposibles bajo un régimen democrático
convalidado y sólido. La república de
referencia es la II, que en su artículo 1º se definía como “República de trabajadores”, y que el
Frente Popular tanto se esmeró para poder quedársela sus titulares.
Siempre me sorprende que gente moderada de derecha e izquierda
se define como republicana, antes de opinar ya dicen que son republicanos
aunque después se pronuncien por la monarquía, y no porque sean creyentes de la
milagrera II República, sino porque al español
medio le debe dar personalidad, independencia moral, mucho criterio propio, poder decir tanto de él
con una sola palabra: republicano.
Por mi cuenta, si recuerdo bien, he sido nacionalista vasco, abertzale/independentista,
socialista revolucionario, eurocomunista, socialdemócrata, social-liberal (¡como
El País!), liberal progresista -porque de conservador difícilmente sería
admitido-, pues bien, jamás en mi vida me he calificado de republicano o monárquico.
Era antimonárquico pero no republicano, esa no era cuestión, básicamente porque
me parecía estúpidamente espumoso. Yo iba por los contenidos del Estado:
derechos, libertades, garantías,
justicia, seguridad. Nada de etiquetas para advenedizos ¡cuántos demorados!
Como marxista que fui, las democracias burguesas eran formales y no materiales,
reales, (“populares”), bajo monarquía o república, daba igual. ¿Alguien se
imagina a Marx con estas fruslerías?: no hubiera creado el materialismo
histórico, directamente imposible.
Pero republicano sí, por autores que le han dado significado
crucial y sentido profundo, no sólo nombre y jactancia, y que están en boga
como Hannah Arendt, Habermas, incluso Berlin. Ellos teorizan sobre el
republicanismo, en resumen: derechos públicos de activa participación política en
la polis. Con ellos claro que soy
republicano. O monárquico: es idéntico contenido.
Si una parte de la ciudadanía, se ha vuelto a levantar
contra la corrupción específica, de autor concreto y vitupera al Rey, que si comisiones, blanqueo (o
inocencia); para muchos encargos civiles y militares (poder trabajar) él resultó
decisivo para lograrlos y no gobiernos ni sindicatos.
Quienes consideran
anacrónica la monarquía parlamentaria hoy –tratan de hacerla pasar por
monarquía absolutista, grotesca estulticia-
no consideran verdaderos anacronismos los derechos históricos, sino
factores progresistas (“de progreso”), cuando cortes y juntas regionales,
cartas-puebla y fueros eran patrocinados por distintos monarcas y parte esencial del sistema. Las actuales monarquías europeas son punta de
lanza de civilización, pero los derechos históricos son rémoras del Antiguo Régimen:
de cuando monarquías absolutas, señoríos, estamentos, alto clero, mercados y
aduanas locales, fueros.
El último e inapelable vestigio de la sociedad
predemocrática.
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