martes, agosto 25, 2020

Columna de la semana: Pedro Sánchez, el Golem de Meyrink

Pedro Sánchez, el Golem de Meyrink

Pedro Sánchez, el Golem de Meyrink

JOSÉ MARÍA LIZUNDIA

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Pedro Sánchez, el Golem de Meyrink

Cuando hemos visto derrumbarse aspectos de nuestro modo de vida tradicional como de lo sistémico (Administración pública/economía) hasta límites impensables, determinados gestos que logran zafarse a esa realidad general, resultan más llamativos. Con otra circunstancia, que los efectos no se han dado de una vez por todas, ya que esperamos  el gran desplome  económico y social.  Entre tanto el país sigue pugnando por ser nuevamente pódium de las estadísticas más letales o negativas y lo vuelve a conseguir, no por la inevitabilidad de la biología (“a todos les pasa igual”, “no se sabía”) sino por respuestas más humanas, incluso de gobierno. Pero el Presidente sin embargo decidió ausentarse: prueba de que su presencia en la eclosión de contagios, ya marca europea, no era de su competencia.  A la vez se apelaba a la responsabilidad individual de la ciudadanía, y machaconamente todo el aparato gubernamental público y privado se ponía a ello, perorando de responsabilidad social. El gobierno utiliza dos medios para sacudirse la responsabilidad apremiante, inabdicable, gubernamental:   trasladando su responsabilidad a “científicos y técnicos”, como ese portavoz político militante,  Fernando Simón, que no existen, y mienten y mienten y siguen mintiendo como con el falso comité de expertos, y a la población irresponsable. Pero el máximo responsable,  el presidente del gobierno, se va de vacaciones de lujo, del tiempo de vieja normalidad. El fiable doctor Sánchez no está para ruidos y sí para aprovechar como okupa, ventajista, arribista, nuevo rico, hortera, el lujo del patrimonio nacional, las casas para reyes y altos mandatarios extranjeros. El mismo, un extranjero para todos los españoles o que no van de vacaciones, o las restringen al máximo. Resulta imposible no evocar al presidente de Nicaragua Tachito Somoza que cuando el terremoto de Managua (1972) se desentendió en una burbuja de lujo de la desolación circundante. Cómo no evocar también, como presto, los fines de semana, dictaba homilías de Aló Venezuela, en los telediarios, gracias a una psique delirante: Un golem que se fantasea carismático y caudillo, diseño de un publicista no cabalista. Nuestro presidente  pasará a la historia  por su verdadera relevancia, que solo  gravita en el mapa de sus síntomas psíquicos, necesariamente entreverados en todas sus actuaciones políticas y públicas.   Nadie se refiere a impulsos ideológicos o políticos sino a narcisismo, megalomanía, egotismo, afectación, vanidad, compulsiones de grandeza,  auto referencia  a “mi persona” como funambulista bipolar o el Zelig alleniano que hace de doble del rey en protocolos. Un Golem de arcilla, hueco, ortopédico, mecánico que vuelto autónomo sigue sus íntimas inclinaciones y fabulaciones, despreciando lo que aconseje la prudencia, dignidad, responsabilidad, ejemplo. ¡Decencia!


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