La movilización canaria contra la intocabildiad de Tindaya fue profunda, a veces agónica, vívida por cómo era sentida, vigente, lucha final. Resultó muy admirable, popular, de progreso, como contra Franco hicieran, o quizá bastante mucho más. Estaban enardecidos, era maná, la ocasión caida del cielo para mostrar su ser indómito, conservacionista, naturista y amador.
En este libro acabante de salir, lleva en su portada una foto de Tindaya, entre los escritores de este libro de ensayo canario del pensamiento, figuran Francisco Aguilar y Paz, Juan-Manuel García Ramos, Blas Cabrera, María Rosa Alonso, Lopez Torres, y otros
En este libro acabante de salir, lleva en su portada una foto de Tindaya, entre los escritores de este libro de ensayo canario del pensamiento, figuran Francisco Aguilar y Paz, Juan-Manuel García Ramos, Blas Cabrera, María Rosa Alonso, Lopez Torres, y otros
En este libro que recoje sobre todo artículos de prensa míos sobre ensayistas canarios, inserto dos artículos míos sobre Tindaya, la montaña inventada por Chillida y definitivamente muerta y eternamente desaparecida que Chillida debió evitar y resacralizar con consecuencias artísticas, estéticas, turísticas, vivenciales/experienciales, económicas que ya no podremos saber, ahora que la montaña de vida muy efímera, ganada sólo gracias a Chillida, de pancarta, batucada, ilusión sudorosa y ronca, desfiles celebrativos por el asfalto, regresó a su estricta irrelevancia.
Pensar que cuando me publicaron un artículo mío a favor de Tindaya en la Revista del Ateneo de La Laguna me contraprogramaron (todos a una, pueblo) en página contigua al antropólogo Tejera Gaspar que confirmó muertos todos los signos podomorfos de la montaña, frente al proyecto de vida y resurrección, creativo, universalista, de inusitada proyección mundial y local que hiciera Chillida.
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