Me agradó que me dijera que yo había sido hombre de mar (nadie en mi vida de trasterrado lo sospecha), y es verdad, lo fuí, quien ahora más y antes también lo era: él. Si vemos la foto de arriba del todo, por su semblante, trazas y actitud ya refleja la condición de marino nato, lo es todo él, con porte y mirada fija y desgastada de horizontes. De joven se enroló de pescador en una merlucera con una tripulación merecedora de total desconfianza. Gorka y demás. En Santander donde hicieron puerto, fueron a la feria (barracas en Bilbao), en un caballo de cartón para una foto apreciaron su condición de ser vivo: pestañeó. Pese a encarnar al típico bilbaino, si no nos fijamos bien, es un tipo que siempre fue independiente, estaba pero no estaba del todo, sobrevolaba, por grupos y cuadrillas, de troquelado en una, no hizo de ella prisión como cariacontece, pero bilbaíno, una propia tenía que poseer, pero con autonomía suficiente.
Un tipo tan activo, gran ejecutivo, empresario emprendedor, lo mejor que hizo destacar a la Villa, tambien era capaz de adoptar el lado contrario, degustar lo poético, contemplativo, naturista y paisajístico, él solo, sin una asociación de Santutxu que compartir, en la ría en plena Reserva de la Naturleza del Urdaibai, al ritmo de la corrientes y el alzado al vuelo de muchas especies, en silencio, con motor apagado, ruidosas.
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