Nuestros Kirchner son bastantes más modestos y dispersos. Han pasado muchos años desde que el amañado doctor luciera gafas de sol en su Falcon, se dijo que, como Kennedy, acompañado de Napoleonchu todavía no promovido a ministro de Asuntos Exteriores y se paseara por las calles de Nueva York con numerosa guardia de corps. Recién llegados. Pero ya enseñó las orejas con el viaje en pandilla al concierto de Benicasim o con otro viaje de la pareja académica por Canadá hasta California, para dar una charla en Berkeley, a 10 españoles que pillaron a lazo. Ya amaban las grandes universidades y los viajes. Desde el comienzo se dispusieron a disfrutar de todas las ventajas y privilegios que podían ofrecer el cargo y el domicilio en la Moncloa. No iban a optar por la vida de Pepe Mújica, la gran excepción de la izquierda en cuanto a rehuir el lujo, y las prebendas del poder, llevando una vida casi monacal y anti-Galapagar. Mientras escribo leo unas declaraciones del antiguo jefe de los Tupamaros, que dice «me dediqué a cambiar el mundo y no cambié un carajo». Pero salió con la misma cuenta corriente, sus familiares lo mismo, y volvió a vivir donde lo hacía antes modestamente. Nuestros héroes académicos no parece que abrigaran nunca tamaña pretensión. La pareja, hermanísimo y banda, mientras se surtían a destajo, fantaseaban con ser los reyes de Inglaterra.
José María Lizundia 19 NOV 2024 7:00
1 comentario:
Nuestra sociedad, crecen los mentiros y pelotas,,, como si fuese una carrera de galgossssss
Publicar un comentario