martes, marzo 26, 2024

Reseña de mi hermano sobre mi segundo ensayo autobiográfico vasco

                 Ayer. Foto hermano
 Hay algo que va más allá de la deconstrucción en el concepto de Derridâ, y es la demolición inmisericorde de mitos. Tu libro, hermano, franquea la delgada línea roja entre esas dos acciones humanas posibles, para acometer el derribo sin piedad de dos divisas míticas de lo vasco: uno, la sociabilidad tópica; el otro, el vascuence, para disolverlos en aquel fenómeno del que hablaban Weber y Adorno, el desencantamiento. De la primera no queda más que lo que deja el fuego que enciendes en esas páginas: las cenizas de una sociabilidad que, según lo que se infiere de su lectura, no representa más que un gregarismo llevado a sus últimas consecuencias; del euskera, la evidencia de su fracaso como lengua alentada por un poder público que parece haber invertido los términos de un concepto como el de la lengua, directamente relacionado con la comunicación, porque, de los datos, anotaciones y comentarios que figuran en esta nueva obra tuya, resulta difícil encajar ese habla en la noción, ya consagrada, de vehículo para comunicar. Y éste es el“peligro” de la verdad, desde que nuestros antepasados los griegos la concibieron como lo que sucede cuando se quita un velo o ceñidor, cuando se aparta de la realidad todo aquello que la encubre y le presta una apariencia engañosa.

Mi hermano me ha corregido el libro, a mi me correspode ahora poner las comas prescindidas y alguna aclaración. Ayer le pedí su opinión, y mejor por escrito, reseña. Con mucha suerte podré llevar algún ejemplar de mi libro sobre Israel y la guerra a EE.UU. y México. 

Mi encargo, y libro propiciado, sobre literatura canaria, que lo había dado por cerrado, no solo me hace muy feliz (y avanzado) sino que doy plena coherencia, a unas ideas... propias. 

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