Estaba persuadido de que en mi libro Vasca Cultura de Altura, retorno estético a Oteiza e Ibarrola, había escrito sobre ella a su paso por Bilbao. Pues no. Lo he mirado de arriba a abajo y no aparece, hay dos pasajes pero de ría abajo. Y lo que creía que había escrito, era que en el mismo Bilbao se perciben -y las disfrutaba de adolescente arrobado- claramente las mareas, pleamares y bajamares, subiendo y bajando la marea, y las gaviotas. A 11 km del mar.
El primer tramo que descubrió la ria, y lo mejor de Bilbao para mí, cuando terminado el Guggenheim toda esa orilla contigua, quedó transformada en paseo, con línea del tranvía, teniendo enfrente por fin, la elegante orilla contraria del Campo Volantín, con su paseo arbolado al borde y su barandilla blanca. Era gozoso y máxima novedad contemplarla del otro lado. Ahora iguales las dos orillas. La Ría se habia hecho central, dorsal y vida.
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