Oteiza frente a Nietzsche, sin fondo dionisíaco pero con una
metafísica estéticaLa desnudez de la individualidad de uno mismo con su fragilidad ya se dio, muy paulatinamente, sin prisas.
Uno fue abjurando de los credos que le
acompañaban, de un encofrado mucho más sentimental que racional. Y ahí viene a
estar todo lo esencial. El principio
individuationis señalaba Nietzsche era promovido por el fondo dionisiaco que
como fuerza, ímpetu, arrebato se imponía al elemento apolíneo creador de la
apariencia, la bella forma, en el uno
primordial. Lo que uno de joven
intentaba, sin lograrlo, era el triunfo
de las pulsiones dionisíacas que pretenden la disolución del individuo en la
fiesta (y en la vida), armando bulla con
otra cohorte dionisíaca, festiva y entregada al paroxismo de los
placeres, centrados básicamente a beber
nosotros entonces a veces sin límite, a la inmersión en la vida instintiva
dominando la música y la danza. Las fiestas de los pueblos en verano con sus
bailes y orquestas eran los raptos griegos euskalherriacos. Pero ahí
estaba Oteiza para revocar a
Nietzsche de plano, aunque de alguna
forma siguiéndolo, ya que el arte es concebido como un suplemento metafísico.
El escultor no era una figura dionisíaca en absoluto, pero sí seguidor de su
metafísica estética, en todo caso trágica
por apolínea, poco patética y jamás prosaica, sin embargo casi sin épica, lo
que sí tenían sus seguidores, hijos de dios, todos prometeicos y Oteiza su
profeta. También Oteiza como el nihilismo nietzcheano da por
superada la metafísica por su propia consunción. Mucho después, hasta
sus epígonos renunciaron a su legado y se adentraron en lenguajes y poéticas
que claramente lo revocaban, es como registra la evolución de Txomin Badiola,
Pello Irazu y todos aquellos que se acogieron
a la gran carpa del arte vasco,
lo subvirtieron de raíz, lo dinamitaron.
Pasar de Oteiza a Marijaia
Oteiza es anti dionisiaco, nunca se disolvería en el uno
primordial ni en un régimen instintivo, y jamás se sumaría al cortejo
dionisiaco. Leo en el suplemento cultural
La Lectura algo de un libro de Hugo Ball, uno de los fundadores del
surrealismo, que me lleva a Nietzsche en Basilea, cuando aún cortejaba a
Wagner.
Lo verdaderamente germinal en la cultura y en la tragedia
griega, era el elemento dionisiaco, no se podía desatender la realidad
metafísica de los misterios en los que el griego encontraba su más
inquebrantable seguridad de fondo (escatológica, transmigración de las almas,
purificación y redención) que se buscaban alcanzar por medio de los Misterios Eleusinos, los órficos o
pitagóricos, por sumarlos todos. Nietzsche, en cierta sintonía, se basaba en los cultos de la naturaleza, la natura
naturans, sexualidad, embriaguez, el
delirio y la excepcionalidad del momento En lugar de la moral, la nueva
religión oteizana despertó una obra filosófica centrada en los valores
estéticos. Por este sendero podemos seguir al Oteiza, vasco como Velázquez.
Porque lo decisivo es el espacio, vacío: huts.
En realidad Oteiza era un religioso austero, enemigo de la
carne y la hedoné, y partidario del rigor del espíritu cultivado en su ámbito
más puro, el convento o la basílica de Aránzazu, el ascetismo, la contemplación
y el pensamiento para poder rumiarla, por eso era un buen poeta; la filosofía y
la poesía van unidos, ya que permiten que sean las palabras las que tengan
absoluta primacía, como señaló Heidegger, anteponiendo la poesía en esa función
a la propia filosofía. Oteiza fue un vasco sin cuadrilla, que cambió Velázquez
y su luz, que se proyecta en un frontón vacío, representativa del alma vasca,
por el euskera. Una verdadera herejía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario