Obligados a escribir
en nombre de los muertos
Llevo leídos cuatro
libros de Leila Slimani, el último, Las flores de noche es a mi juicio el
mejor, escribo en el blog de ella, pintiparándola con Mohamed Chukri, por el que
se pirrian los escritores españoles de campamento base en Tánger. Slimani, a mi entender, es bastante
mejor, entre otras cosas porque Chukri destaca por las vicisitudes de su vida
que siempre se remarcan y celebran. Pero la veta de su literatura no es la ganga
que la rodeé o se mezcle.
Leila Slimani es una
entusiasta admiradora de Salman Rusdhie, tienen mucho en común, occidentalizados
y provenientes de países o comunidades islámicas, Aunque procedan de países
musulmanes (o en parte, Rushdie), en Marruecos no se dictan fetuas ni hasta allí
llegan.
Leila Slimani copia ideas de Salman Rushdie: “Él me enseñó que no estábamos obligados a escribir en nombre de los muertos” “Escribir no es expresar una cultura sino desprenderse de ella, si esta se encierra en prohibiciones e imperativos”. ¿A qué me sonará esto? En principio y con alivio no estamos sometidos a imperativos religiosos, pero sí a otros, como deudas pendientes con nuestros antepasados. La parte más “lúcida” de mi generación creyó, conturbada, y en mi caso es bastante verdad, en las voces ancestrales, hace poco leí ya negadas o irrelevantes. Quiere decir que avanza la secularización y el individuo se centra en el propósito por ser, su ser. Pudo ser cuestión generacional al estar medio encabalgados en exigentes pruritos de redención y lealtades. De las voces ancestrales ya escribió Jon Juaristi, tomándolas prestadas, según recuerdo, de un irlandés Conor Cruise O´Brian de vida y obras singulares, muy dfiícil de leer ya en Wikipedia. Unionista y republicano irlandés por épocas.
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