Me pilla la
muerte de Sánchez Dragó en Washington leyendo el libro de Vargas Llosa Un bárbaro en París -Textos sobre la
cultura francesa”. Lamentamos mucho la muerte de un personaje de tal
calibre, lo poco que puedo leer de la prensa española así lo califica de forma
casi general. Con todo lo que puede diferenciar a los dos escritores, hay un
nexo fuerte mucho más fuerte en Vargas Llosa. De hecho, Sánchez Drago en sus
memorias (primer libro), deja muy claro que su militancia comunista muy
relevante (responsable del PCE en la universidad), tenía una motivación
aventurera y literaria fundamental- para mejor disfrutarlo estuvo preso en tres
ocasiones, coronado entre los dos y es el compromiso político, a través de la
literatura pero también personal, con un exilio de 7 años- además de radical intolerancia
al franquismo. Casi igual que todos que le reprochan su vínculo con Vox, tanto
en actitud vital aventurera e iconoclastia
antifascista, siendo ellos los verdaderos actores del esperpento
nacional, paroxístico en Las Cortes y medios.
Si Vargas Llosa
está adscrito de forma incondicional a la racionalidad del logos, Sánchez
Dragó, ya desde Gargoris y Habidis: Una historia mágica de España lo
estará al mythos que recuperará con otros títulos la tradición esotérica y hermética,
enriquecida además con el orientalismo en general, y que le lleva como repetía
a tomar el mundo por montera (sabiduría doble: esotérica y budista-sintoísta).
Y a ser un caso extremo de libertad individual e indesmayable pensamiento propio,
sin perder de vista su militancia hedonista y dionisiaca, en un país de
mojigatos, inquisidores y moralistas donde la izquierda ha tomado el relevo de
la iglesia más oscurantista. Por tanto, en Sánchez Dragó su vertiente política
es muy débil por desinterés hacia el pensamiento político, no de la vida que la
bebe a raudales, con desmedida voracidad y celebración.
Vargas Llosa es un caso poco común entre novelistas, de adentrarse en el pensamiento, tanto sobre los estudios y crítica literaria (no los actuales de las universidades norteamericanas) como en el pensamiento político. Su desafección de la izquierda es el resultado de un incansable interés por la filosofía moral y ética política. Al poco de dejar de apoyar a Fidel Castro ya está leyendo a Popper y otros filósofos e historiadores de las ideas políticas como Isaiah Berlin, a quien conocerá personalmente. Lo propio de los novelistas es vivir en su castillo y suscribir el común sentir estético ideológico progresista (encuadre/devocionario). Dragó y Vargas Llosa han llevado su vocación intelectual y cultural mucho más lejos de lo que los novelistas precisan. Su generación facilitó esos tránsitos.
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