La colonización por el gobierno de todas las
instancias de poder: institucionales, económicas, judiciales, mediáticas,
empresariales, es ya una acusación general perfectamente fundamentada, lo que
implica la desnaturalización del Estado de derecho con su separación de poderes,
garantías y contrapesos. Bajo las trifulcas mediáticas hay hechos empíricos. Uno
a uno, organismo por organismo, se puede objetivar esa realidad. Cuando se escriba la historia de estos años,
los historiadores no podrán ignorar los demasiado candentes/patentes desbarres
de este gobierno tan anómalo. Esa infiltración en las instancias y mecanismos
institucionales para domeñarlos, no es un mero sesgo político administrativo,
sino que va reforzado de otras iniciativas conducentes al dominio autocrático
del Estado, el arrinconamiento del Rey, la negación de la oposición invirtiendo las funciones y despreciando radicalmente su control (el
sistema de partidos), no respondiendo a ninguna de sus preguntas como denunció
Tamames, con opacidad extrema, ocultando
informaciones básicas solicitadas (participación, concurrencia y transparencia).
El Estado parece ser solo de ellos, el de las nuevas oligarquías políticas directamente
ordeñadoras del Estado por/para sí mismos. Las económicas delegaban, estas no. Cobra
curso natural la arbitrariedad propia de las tiranías, la elusión de los procedimientos,
la desviación de poder, el abuso de derecho, la acción concertada como conjunto
autocrático con vulneraciones constitucionales dictadas por sentencia, incumplimientos, entre los muchos: no ser el
gobierno órgano colegiado, ya que los ministros podemitas son de facto gobierno extranjero, el presidente carece de
competencias sobre esa pandilla.
Son miles las
veces que hemos oído referirse al doctor Sánchez con un turbión de términos de
similar significado, que es como es percibido por muchísimas voces, y que siguen
siendo: psicópata, ególatra, vanidoso, psicótico, egocéntrico y carente de empatía,
absolutamente apresado en un marco psicologizado. Otro botín para historiadores:
su psique, matriz política. El fondo común de esas expresiones determinan sus
arabescos políticos, unos hologramas autocráticos donde reina la autoficción y las
mentiras. Lo único en verdad hercúleo: el desmantelamiento del estado de bienestar del
que nos enorgullecía su eficacia escandinava, catalizando horizontes para mejor gestión, que
tuvimos. No es un disparate conjeturar a dónde vamos, si al modelo húngaro (ya
insinuado en Bruselas) o un estado fallido, porque poderes y leyes son sombras
en Cataluña y Euskadi. El despotismo se consuma y perfecciona con
verdadero calado simbólico por el radical desprecio de la ciudadanía, marcando dos
mundos: uno oculto y cerrado, y el resto, con la ostentación de poder y
aviones, su desfachatez, autismo y
caravanas de escoltas, total inmunidad/impunidad de ministros y gobiernos, aquelarres legislativos, desprecio
y cinismo ante pensiones, déficit y explicaciones. El dejar claro que su poder es solo de ellos.
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