Con 15/16 años dejé de creer en dios: durante una misa en el Colegio de los jesuitas de Bilbao. Fue una certidumbre a modo de pequeña iluminación interior, no una certeza racional e inducida desde el exterior. Nunca jamás me he tildado de ateo o agnóstico, ni en mis arrebatados 20 años, no solo me parece un disfraz Unamuno- Kierkegaard de cursis, sino también jactancioso, presuntuoso, servil de imagen, de siervos de la opinión común y zona de confort, de esos antifranquistas guerrilleros de hoy, que hay que desarmar a cada rato.
Considero la religión la matriz de todas las culturas, el vector más determinante y natural de la espiritualidad y la ética, no el único.
También distingo la religión como cultura, historia, antropología, sociología del dogma, piedad, creencia. Lo primero me interesa y respeto mucho, lo segundo no me interesa aunque respete, pero menos los ateos y agnósticos declarativos. Ser no creyente es suficiente, sin más pruritos.
en mi libro Marruecos intercultural, el surco de Chukri , decía que como condición de diálogo intercultural -con el que discrepo, me conturbó el manifiesto de los 150 intelectuales hispano marroquíes, y contra el que escribí horrorizado, de puro pasteleo e inanidad- sería que cada impugnación religiosa convendría ocurriera dentro de su ámbito, y no desde fuera y cruzado. Cada quién que impugne lo suyo. No lo del otro. Si es que se afronta ese diálogo, cultural e intelectualmente. No como happening de departamentos universitarios.
Antedicho todo, el papa montonero peronista me parece deletéreo. me he fotografiado con él solo por hostilidad a ese heraldo del pobrismo y populismo. Hoy Viernes Santo.
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