A Fulda, sin tener ningún interés estratégico o industrial, los aliados la habían dejado "aquaplanning" (en planimetría), había fotos en una tienda cerca de casa. Sin que nadie me dijera o me explicara nada lo que me impresionaba vívidamente eran los convoyes del ejército americano, que silenciosos los veía pasar de vez en cuando por las afueras. Yo intuía que eran los buenos, la defensa ante todo aquello que se barruntaba tan amenazador, con muertos que caían escapando del Berlín comunista, que veías en la televisión y yo su acecho en la granja. Del lado de la Alemania federal no veías ni un soldado ni un arma, y era evidente que la alambrada amenazadora y la vigilancia de soldados era solo de su parte. No necesitaba de nadie que me explicara lo que veía e intuía. Era una certidumbre, la noción que manaba de uno mismo con absoluta clarividencia.
Otro agosto, ya en 1973, en auto stop de Munich a París coincidí con un pelirrojo de Los Ángeles, gracias a él subimos a un camión del ejercito USAF que nos llevó un tramo, sin importarles que no fuéramos militares o yo extranjero (tanto en el país como del camión)
Finalmente en agosto de 1988 (año anterior a la caída del Muro) , XY y yo nos acercamos a la cárcel de Spandau donde todavía seguía preso el dirigente nazi Rudolf Hess, y llegamos a Wannsee, donde se celebró la conferencia nazi para la solución final de los judíos, El lago en agosto relucía como las páginas más rutilantes y poéticas del Romanticismo alemán, pasó un camión del ejército norteamericano con negros y blancos que al ver que les fotografiábamos nos saludaron con gritos y vítores. ¿O fue al revés?
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