El buen funcionamiento del mundo dependía de una fórmula
realmente sencilla y determinista: había de ser así, y es que racionalmente y
por lógica todo debía acoplarse y poder determinarse. Como la vida no puede ser
de tal elementalidad y simpleza, esas
grandes ideas lógicas chocaban con la realidad y antes de revisar y desechar la dogmática
primaria arremetían contra la realidad, con ríos de sangre, campos de
concentración y hasta cien millones de muertos (las guerras de religión fueron
de enorme modestia) o, ahora, éxodos
bíblicos como el venezolano. Sánchez,
aclamado en calles con escolta de emperadores, cuando compara la
represión franquista con Camboya (cabeza leve, un tercio de la población
“ultimada” allí) se le olvida, y cita a Birmania, cabeza tonta, que no existe,
ahora es Myanmar. La izquierda siempre ha seguido fiel a las ecuaciones
lógicas. A la subida de precios, racionamiento. Lo que nunca se le han dado
bien son los entresijos de la inteligencia emocional, lo intuitivo, los
sentimientos, que llevado a las ciencias humanas cercan la lógica elemental con
la mitología, la hermenéutica simbólica, Historia de las religiones, semiótica,
psicoanálisis, iconología. Las sociedades son mucho más complejas e
intrincadas, más difíciles.
La aceptación general de la Reina Isabel II, se debe a la
necesidad, para comprensiones profundas, de lo simbólico y mítico, la
formalización estética y emotiva de actos y figuras con su liturgia aglutinante
y participativa. Son resortes de la
humanidad que sólo la cultura provee. Siempre mujeres: las reinas Isabel I,
Victoria, Isabel II; o primeras ministras sólo conservadoras: Thatcher, May y
Truss. No hay laboristas. No es previsible que en España “miembras” de
izquierda se alineen alguna vez con
planetas de progreso.
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