domingo, enero 10, 2021

Dejé de creer en los Reyes Magos en torno a los 10 años y en Dios en cambio a los 15

mis dos regalos de los Reyes Magos de mis hijos, sobre los que ahondaré en próximos post
Como dijo Freud  -¡no por mi!-, yo era un adicto al principio del placer, un síntoma muy neurótico por la prevalencia de la imaginación y lo imaginario en las elaboraciones cognitivas y morales y el rechazo de la realidad,  áspero mundo de obligaciones y deberes, y planos frontales, que con diferente fortuna, más bien muy poca,  mantuve cuanto pude. Al final accedí al lenguaje y lo simbólico, pasando por el aro (donde termina el complejo de Edipo) con la superación de dos arraigos prevalentes, el del  habla y lo imaginario. No estaba en mi renunciar a beneficios, ilusiones, recompensas. Finalmente apeado del caballo blanco de lo mágico, era lógico que instalado en el mundo hostil, inclemente e inseguro del principio de realidad, no me aviniera a la metafísica teológica, que no tenía compensaciones para mi, y ya las figuras de la autoridad, el orden, la ley, las tenía lamentablemente muy resquebrajadas. La disonancia, la boutade, la orfandad, las posiciones más frías también formaban parte de la vida-
Me he enredado con el título del post porque de lo que yo quería escribir era de estos dos libros. 
Patria me desestabiliza y hiere, me causa mucho desazón, por algo no leí el libro. Ayer tres capítulos, y ya todos. Hemos llorado varias veces
 El otro  es otro trampolín  más para volver a escribir sobre el Sáhara, uno al final no decide nada. 

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