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José María Lizundia
El haber editado y prologado el libro de Randa Jebrouni Las letras y la ciudad: su trama en Tánger, hace que preste atención preferente a su ensayo “Los discursos literarios marroquíes y españoles sobre Tánger en la literatura del S XXI” publicado en un libro junto a otros autores “En la encrucijada mediterránea. Tánger y la herencia cultural española en Marruecos”, que editado por Rocío Rojas-Marcos, publica la Universidad de Extremadura.
Ese ensayo que vuelve sobre Tánger supone un desarrollo teórico del anterior (La letra y la ciudad: su trama en Tánger) que sin duda fue preliminar y antecedente del que ahora abordamos. Se trata de una interesante evolución a valiosísimas conclusiones, sobre un espacio que, de su mano, concebiremos como no- lugar, y que todavía era mero espacio o escenario, que daba asiento a todo el zumbido literario español y en absoluto objeto de interés, de ser tomada como ciudad en sí. Era un escenario de inspiraciones, variantes, juegos de espejos, imaginarios, atalaya de nostalgias. Una apuesta por lo evanescente y creativo. Jebrouni se empeña en dar a la ciudad y sus mitografías un fundamento sólido, verdadero, una profundidad que complete o rellene su sesgo ausente: el intelectual, crítico y teórico. Con una gran novedad en la concepción: se trata de un no-lugar. Todos se habían olvidado como dijo Heidegger en su crítica de la metafísica de “la pregunta por el ser”. El ser del ente. La ontología: Tánger era plural, segregado, dominante y dominada y como termina Jebrouni su ensayo “Tánger es un topos en que se juntan y fragmentan espacios y argumentos.”
A los académicos, y Randa Jebrouni lo es, ha de presumirles conocimientos, mucha erudición, capacidad de análisis, y si ello naufragara, al menos de síntesis (versión, tesis, opinión). Pero no necesariamente espíritu crítico ni pensamiento personal fuera de conducciones, canales, corrientes y casilleros.
El no- lugar de Tánger, tomado de Augé, es la réplica artística que se hace del lugar en cuanto a su ser más propio: series, literatura, películas, como también aeropuertos y estaciones de tren, es decir espacios del anonimato, y en los que falla la sociabilidad, memoria e intercambios como antropología que se practique. Por tanto, son espacios, pero no lugares (Heidegger) o “no-lugares” (Augé). Ha bastado que nos lo desvelara la profesora, para dar nuestra conformidad y entender la insuficiencia teórica y crítica que suponía ser mero escenario o decorado para la acción siempre de inspiración historicista (un lapso, a un tiempo, de saturación y distorsión), como era Tánger: decorado perfecto para la acción del enjambre de obras de literatura que anclan en la idea sobremitificada del Tánger internacional (ojo, de un Tánger ni marroquí ni africano), que sirve de plantilla/planilla o arcilla para luego cocer y con el torno y las manos ir modulando suavemente las formas. No tiene vida propia y siempre ha sido usada/abusada; cuando se repite esta circunstancia es porque no posee condición ontológica alguna, por muy raro que parezca. Aunque ocurre cuando el significante, como mera dimensión fónica, captura toda la luz. Randa Jebrouni es hasta donde sé, la única que ha pensado Tánger, y no solo descrito, divulgado, examinado y comentado críticamente sus textos literarios desde el punto de vista de la creación artística. Tánger está muy lejos del pensamiento, ya que es el redil de la literatura de géneros o de entretenimiento, a la que se le saca un jugo algo dulzón y gasificado.
Por último, Tánger deja se de ser metonimia y significante (sus dos grandes atributos vacíos), es decir lingüística sinóptica, para hacerse texto holístico, semiótica, significación (en Tánger aunque se haya prescindido de ello hay autores tangerinos nativos marroquíes que escriben en su propio idioma, y existen otras manifestaciones artísticas, como la pintura, el cine, la fotografía que exceden en mucho a las de españoles), y debe aspirar a ese discurso holístico, a que el logos depure el mythos, a un corpus teórico de ciudad en/de la literatura. Se sirve para ello, de algo fundamental, de una conceptualidad propia de la geografía humanística, de la filosofía y de la semiótica con la que construye el armazón teórico y crítico de su ciudad, sus cimientos epistemológicos: topofilia, espacios heterotópicos, cartografía emocional, psicogeografía, semioesfera de la ciudad, propio espacio/ espacio ajeno (como relaciones de poder) con sus metalenguajes.
Una vez llegados a las relaciones de poder, siempre ubicuas, entre el centro (literatura marroquí) y la periferia (literatura española), se dan metalenguajes que simbolizan las distintas apropiaciones de las ciudades y expresiones artísticas, dando pie al conflicto en las relaciones de poder, desde el momento en que hay una cultura dominante y otra dominada en la época internacional (planteamiento de la literatura tangerina marroquí), de transculturización o aculturización que algunos autores españoles no han negado, sino directamente prescindido. Jebrouni, como Hannah Arendt apuesta por la natividad, el re-nacer, ella marroquiniza la ciudad metonímica, extrae el significado del significante Tánger (henchido de reverbero fónico): cosmopolita, mítico y español por apropiación, expurga la mitificación para conferir verdad y conocimiento de la ciudad.
Randa Jebrouni coloca a Tánger en la literatura de las ciudades o en las ciudades de la literatura, que va más lejos del flanco literario español, recién abierto en realidad, en la ciudad.
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