Ayer bajé caminando, por el ferial se puso a llover. Con la
ayuda de cuatro o cinco personas, que me iban indicando lo que o hacía mal o no
hacía logre hacer el tramo más corto del tranvía. Desembarqué para el
Atlántico, había quedado con mi hermano, el segundo expulsado de ese pequeño
grupúsculo de discriminación.
Fuera cuando ya habíamos trasegado bastante, MH y Arantza,
bueno, pues otra ronda. Vale. Llega un momento en que digo, invito a comer en
el Cambullonero. Todos los días pienso de cómo no era consciente de la
profundísima hostilidad que sentía por
el mundo del derecho. No es describible en todos sus términos. Es mi
satisfacción plena y asombro diario, como un shock postraumático.
Pero me encuentro con
uno de laboral, abogado que vino a mi presenta y cuando me presentó a su acompañante les dije: intuyo
que no es tu mujer, sino más bien novia o amante o así. Él, que tiene mucho sentido del
humor, que es con los que yo afectivamente enlazo, me responde, y ella también,
pues sí, así es. Le digo entonces a ella: a que soy intuitivo, y se echa a
reír.
Ayer se levanta para abrazarnos y me presenta a una rubia,
le cojo del cuello a L y digo aquel caso que llevabas, bla, bla… para disimular y ya un poco lejos: L, no puedes ir tirándote a
una generación de mujeres bien escogidas.
Él encantado. Algo le digo a la rubia
que le hago más gracia que a la morena o del pasado o la compatibilidad.
En el Cambullonero le llaman a mi hermano el Químico. Le elijo un buen plato de
carne con pajas y el empieza hacer chistes. XY
ha tenido que salir de trabajar y la llamamos, que está con Belén y Javi
Coca, pero que viene.
Debatimos si salir la
noche de Reyes. Son las 6, yo si subo no bajo. Pido un gin tonic, y todos
gintonic menos Tía María. Al final quedamos en el Piscolabis, el dueño Baskisch
habla en euskera con MH y A, y siempre van a verle. Bebemos y picamos allí.
De allí para intentar
alejarnos de las hordas, como dice MH, y coches en parkings próximos, por unanimidad a los Reunidos.
Ya he hecho la reservación: una mesa en la terraza para las
cervezas y otra interior. Le
explique a Isa, que en principio somos diez pero que podemos ser menos ya que vamos a estimular el boicot al acto.
La meta es que puedan ser menos: esta vez van a tener que pronunciarse. No valdrá ahora decir
no tenía elección: me
invitaron, porque esta vez sí van a estar abiertas de par en par las puertas, sin el más mínimo problema. No valen secretismos, fuenteovejunas, discriminaciones, ni esquinazos, o simplemente me limité a ser
cortés. Ahora -sin el tronío del casino
y esas cansinas y tremendas liturgias, al final todo es explicable y muy
lógico, lo que dice mucho de contexto y
mundo- estará igual de bien visto
venir como no venir. E idénticas consecuencias, aquí es donde no hay opción
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