Mi Hermano en la calle del ¡PERRO! como así se califica
En estos días pasados en Bilbao me he visto obligado a coger
metro, tren y autobús en áreas
consideradas oficialmente y desde el mapa de Luis Bonaparte vascoparlantes, y
no he oído ni una sola vez hablar vascuence. En el mismo trayecto de metro hace
años oías a madres (euskaldunberris, que
habían aprendido el idioma de mayores) hablarlo a sus hijos. Todos los
jóvenes y no tan jóvenes que suben y bajan del metro lo han estudiado, pero no
lo hablan. Mi hermano y yo ponemos el
oído a lo que dicen (de masters en Oregón) un chico y una chica,
pero siempre en castellano.
Siendo los años de mayores medios, “implementaciones”,
obligatoriedad, casi ingeniería social para “normalizar” la lengua dejada de
hablar, el plan ha fracasado de forma ya y para siempre inapelable. Es un plebiscito, los hablantes sabiendo mal que bien los
dos idiomas (últimas generaciones) han decidido seguir hablando en castellano, y no hablar nada en
euskera. Durante el franquismo había cantantes, activistas culturales… nunca nada parecido.
No sé cuántos filólogos y lingüistas vascos sacarán las
universidades del País Vasco, y cuántos de
ellos serán especialistas en pragmática,
diglosia, bilingüismo… con estudios en universidades extranjeras... Han de ser
muchísimos los especialistas. A la vez asesores del gobierno, que ha de conocer la magnitud irreversible del
fracaso. No volverán los años promisorios de épica vascofonizante, no habrá ya “momento histórico” y medios y fiebre de compromiso
como el que hubo.
En cuanto a mí, mis sueños y creencias de juventud, creo que
todos no es que hayan fracasado (afortunadamente), sino que ahora compruebas que
fueron verdaderas alucinaciones.
En el metro, mujeres
En los metros de Madrid o Bilbao, las personas que veía que leían eran las mujeres y jamás ningún libro
inferior a 300 páginas. En el de Bilbao no he visto a ninguna. Mi hermano a
una. Dejo el tren y cojo el metro y en una de las paradas del centro entran mujeres dignas de observación, la más
joven y guapa se sienta enfrente mío y no levanta la vista del Whatsapp ni para
mirar las estaciones. Yo, como el Faro de Matxitxako hago barridos
secuenciales. Pero hay dos más interesantes, profesionales, altas, esbeltas,
treintañeras finales que no paran de darle al móvil.
Así como para mí los hombres son pura fenomenología, soy
incapaz de traspasar su presencia/esencia y nunca me sugieren nada, de las
mujeres pienso hasta en la lavadora, el
dentista, sus gustos, ideas… en un campo inmenso. Estas dos no paran de mirar y
escribir en sus móviles, parece que de
trabajo hasta que entran en lo que puede ser la fase amigas y desconecting. Eran,
son las que antes leían libros.
Sobre un documental
Hay dos imágenes que me he traído, la primera es que en las oblicuas
escaleras del metro de Bilbao, todos se alinean a la derecha, dejando el lado
izquierda a los más rápidos. Primera constatación (siempre que voy me llama la
atención): allí hay un orden comunitario, la comunidad legisla, los emigrantes
se pliegan también a los usos que ven. Sabes que nadie como los vascos para
conceder la primacía a los valores comunales.
En la estación del metro del Casco Viejo de Bilbao se sale
casi a ras de calle y hay cintas trasportadoras, me subo al ir y volver del
tren de Atxuri, cuando han pasado 2 ó 3
horas. Es notable, ni uno solo se “deja llevar” y todos caminan por las cintas.
¿Por qué lo hacen todos? No lo he visto ni en aeropuertos. Con esas imágenes y
las de las escaleras yo comenzaría un
documental. Son activos, pujantes, no parece que se “dejen llevar”.
Las terrazas ocupan todo Bilbao, es miércoles pero parece
sábado. La calle es comunicación y fuente de placeres cotidianos, se visten, se
eligen, se invitan, fluyen socialmente. Aquí no estamos ante el individuo con
balbuceos de sociabilidad, aquí se buscan y se encuentran, se necesitan, están
enhebrados. Mi hermano: se necesitan incluso para matarse. Hay sociedad, no
elementos individuales aislados, que se repiten en las mil actividades en las
que participan. Estamos ante una comunidad, una sociedad que late acompasada
como un organismo vivo.
Si hay tanta sociedad alguien sirve de referencia, alguno da
un sentido y marca pautas. Quien lo haga
busca el progreso real y el bienestar,
la pujanza, la movilidad social, el progresar todos. Ha de haber elites, ya que
no es el poder público el que lo pueda realizar. En 1970 en la universidad
burguesa de Deusto eran mayoría los hijos de emigrantes, la aristocracia obrera
de las grandes empresas del Nervión. Estos habían tomado como patrón a unas
clases medias que buscaban la prosperidad, que no se conformaban, que además nunca
alcanzaban su cota definitiva.
Yo he visto en otros lugares estar solo “escapando” (un
gerundio que de tan antropológico
asusta), a madres concienciadas desear para sus hijos un empleo seguro,
donde permanecer siempre en su misma escala social, no desclasarse y aspirar a
más. Ni un solo estímulo.
XY que es canaria me
dice este invierno que hace 30 años vio diferencias enormes entre su comunidad
y el País Vasco, pero que ahora hay más
diferencias que entonces.
-Tú crees…- le digo
- Sí, yo creía que con las autonomías, que con todo el
dinero destinado a la educación, a
servicios, oportunidades, becas… que Canarias se igualaría a las más
desarrolladas, que cambiaría la mentalidad de la gente, que todo mejoraría.
Seguramente pensaba hasta en un cambio antropológico. Estoy totalmente
decepcionada. Me gustaría haber nacido en otra tierra, incluso en otro país,
Alemania por ejemplo.
- No va a haber segunda oportunidad- añado.
- Ya, ya lo sé.
No hay sociedad, solo gobierno-teta a la que
morder cuando no da mucha leche. Eso es todo.
2 comentarios:
¡Ño! ¡Que bien (d)escrito!
1
aunque legalmente esté instalado en él ¿está Euskadi en el postnacionalismo real?
2
¿y está usted en el su post lo que sea?
¡mire que fijarse sólo si en las mujeres se dedican a guasapear!
salu2
EDH
indicar a los concernidos en el programa de celebraciones de mayo próximo, que ya se puede entra en la web
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