Ayer el libro para nuestro encuentro en el Casino era la
Rebelión de las masas de Ortega y Gasset, propuesto como es lógico por mi
hermano.
Aprovecho para anunciar que mi hermano ha sido invitado por
la Sociedad el Sitio de Bilbao a pronunciar una conferencia en diciembre. Le
advirtieron que por razones presupuestarias podía ser este mismo año. Por allí
se da mucho la costumbre de decir y hacer lo que se dice. Exactamente como
allí.
Ayer ya en la cena en el casino todos se referían al
“periodista”. Antes, me había encargado de situar a Ortega y Gasset en las coordenadas
que le corresponden, apearle no ya de su aureola de filósofo de relieve, sino
de corromper su propia condición de
filósofo y reducirle a periodista. Creo
que ni se oyó una sola vez su nombre ya
que todos cuando nos referíamos a él
decíamos “el periodista”. Mi hermano
aporreaba el piano con furia cada vez que se mentaba el significante subrogado. No hablamos por hablar, ese ensayo también fue publicado por El Sol de Madrid. Fue un meritorio
periodista, a decir verdad.
Otra de las cosas que logré se aceptara fue tomarlo como un autor para conferencias ante un público preferentemente femenino. Que era muy fácil de adivinarlo y al que siempre se
dirigía. Un periodista coqueto. En realidad el periodista fue un filósofo muy
liviano, un discípulo de Heidegger que se había encaramado a la “morada del
ser” de noche y por el balcón para procurarse unos pocos efectos.
Una especie de moralista del S XVII, un pedagogo, ensayista,
divulgador con un tono profesoral que se hace indigerible. Un jesuita hablado y pedante, pendiente de la turbación
de alguna dama, a la que incita con los arabescos femeninos que contiene su
escritura dirigidos a ser
apreciado por esa sensibilidad. Una escritura que huela a colonia, lociones y
masajes faciales.
Se ve además que
escribe como si dictara una conferencia, ampuloso, efectista, declamatorio,
sentencioso, de forma que se percibe en todo momento cómo se oye al escribir.
Es un antiguo y un clasista español, que distingue a las
minorías selectas y egregias del hombre masa, a lo que nada habría que
objetar. Pero aflora esa España por fin burguesa y liberal, autoexigente que no
encuentra su espacio ante la aristocracia de sangre, y copia alguno de sus tics
como si se avergonzara de los codos gastados.
No he leído nada del pensamiento conservador español (si
exceptuamos a Agustín de Foxá) –tampoco del pensamiento de izquierda sencillamente
porque no ha existido, no hay un solo libro ni autor- pero dudo –si Ramiro de
Maeztu o alguno de esos lo permite- que haya habido un autor más nietzscheano que
nuestro periodista. Aunque es un nieztscheano
cobarde, un comedido funcionario que lleva las camisas
perfectamente planchadas al Café, que en cada línea se está justificando, lo
mismo ocurre cuando despacha al bolchevismo y a Mussolini.
Es un antiguo porque es un totalizador, porque habita y nos
hace habitar en un mundo reticular donde
todo obedece a esquemas cerrados, a sentidos claros y unívocos, cuajado
de simetrías y correspondencias, causalidades, analogías y correlaciones precisas, historia sagrada por todas partes,
para que todo quede perfectamente
sellado. La circunstancia resulta que no era
otra cosa que la total sistematización de la vida, ni Hegel. Responde
hermano: ¿de dónde sacaste el ídolo de barro?
De filosofo tiene bien poco porque se guía básicamente por las intuiciones,
no razona hasta el fin, ni sigue los procedimientos abstractos y articulados del entendimiento y
la razón, enseguida se cansa y se abre al gran público, a la conferencia y el
aplauso femenino. Esta dimisión en toda regla la enjuaga con ópticas y
visiones que esquematiza con puntas de aceleración que seguro observó en el hipódromo de la Zarzuela y que le hacen alborozarse.
Últimos anuncios: el mes próximo
nos reuniremos en el OLIVER, hemos decidido combinarlo con el Casino.
Y próximamente estará el BLOG –si Arturo acierta a poner
bien el nombre- de nuestra tribuna de
opinión, que rescata un nombre de otra histórica local.
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