jueves, mayo 30, 2013

Nación y conocimiento

 
Decía el historiador marxista y anglosajón (algo apenas compatible sino fuera porque el autor nació austriaco) Eric Hobsbwan, miembro de la élite universitaria británica, que es falso que las naciones precedan a los nacionalistas, sino que es la confabulación de estos los que eventualmente pueden crear una nación. No hay naciones antes que  nacionalistas, es justamente al revés: aquellas son creadas por ellos. O proceden de estados, imperios, reinos, ciudades estados… No hay ente esperando ser descubierto, el ente se crea en todo caso.
En el caso de Canarias, tampoco  llegan a eso, dada la artificialidad jocunda del invento. Es otra excrecencia del axioma. Nuevos feudos y verdaderas oligarquías, donde el rancio folclore esconde el negocio, el gran negocio clientelar.
Objetivamente ese es el catálogo objetivo  de los activos políticos de la nación, de cualquier nación de nuevo cuño. La España inventora, de creatividad ciertamente imperial, aunque  con negocios de cortijo y  planta latifundista.  No podemos olvidar a Marx. Es la luz.
Pasamos del “que inventen ellos”, que tanto irritaba a Unamuno y a Ortega, a ser fundadores  de una Nación de naciones. No somos conscientes aún de nuestro propio genio. 
Jon Juaristi nos ilustra, y ayer lo hablaba con  E por teléfono -al que regalé el libro que tengo que regalar también  a mi hermano-,  en un libro sobre España, del momento y la forma en que los vascos aparecen en la historia, básicamente escrita (conciencia de sí), que  es en el S. XIX,  gracias a reputados románticos alemanes y franceses como Herder, Humboldt y Chaho. Hasta el XIX son vizcaínos  todos salvo navarros (Sabino Arana funda el partido Bizkaitarra,  y de él el PNV), aunque desde mediados del XVIII sean también vascongados. El significante sólo, es de anteayer, ulertu duzu?
Vascos, los únicos,  eran los habitantes  de Aquitania o Gascuña/gascón (siempre franceses), como Montaigne (galo y vasco) en un terreno que como en el Israel bíblico solo unas tribus hablan el idioma, en el extremo suroccidental de Aquitania.
Esta es la importancia del conocimiento. Me alegró que E, que conoce bien el País Vasco, lea con fruición sobre la realidad histórica, temas ahora en manos de las tribus de la ignorancia (puro analfabetismo), del relativismo, la horizontalidad, de las opiniones todas idénticas.
A mí me ha pasado que en este festín relativista de la chispeante horizontalidad  se valorara más la diferencia de posiciones y los abalorios que los fundamentos y la verdad (en base al conocimiento y la capacidad crítica) que se defendieran. Ni el conocimiento ni la razón valen ahora nada, jamás las opiniones del patán han tenido mayor  legitimidad. Me temo que no hay  batalla que ganar, no es fácil luchar contra el Zeitgeist (el espíritu de época), pero sí de resistir. Y no parar de combatir.
Felicitar a la Gobernación y sus redes  por sus  índices guinness en fracaso escolar y paro juvenil, por iluminar tan promisoriamente el futuro de la nación en ciernes. Y a los otros (tan conservadores o más), por acuñar como alternativa el lema pancarta (para variar), ciertamente muy autocrítico (¡la falta de vergüenza…!), de “En-se-ñan-za Pú-bli-ca” (finish), que es lo que queríamos demostrar.

 

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