Sin duda lo más gratificante de los libros que escribes es su vida autónoma, las apariciones
imprevistas y sorpresasque puedendarte. Cuando aún me hallabarelamiendo la presentación de mi último libro del Sáhara
y a ello me refería en elanterior post,
aparece mi anterior libro en una entidad que ni conocía: la Librería
islámica,que pertenece de la Agencia
Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo -a la que casualmente me refería en mi último libro- y que radica en la
Universidad Complutense de Madrid (allí otra vez).
El Sáhara como
metarrelato ha aparecido en los feudos más raros e impredecibles para mí: uno, culturalista
(como poco) catalán: la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y otro,el orbe islámico. En este además entre las
adquisiciones de 2012 en los que abundan los escritos en árabe, amén de en otras lenguas. Jamás hubiera buscado mis
libros por esos lares. Mayor sorpresa y
satisfacción.
Ha de entenderse que caer en una biblioteca islámica
suponeobtener asilo en una casa
espiritual, de cultura, tradición y conocimiento; para alguien que está
condenado a vivir entre españoles: el
paraíso, aunque faltasen las huríes y
el alcohol que celebraba Omar Jayyan.
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