Hace un par de semanas sufrimos un intento de robo en el
dédalo del Complejo. Los hechos se produjeron en torno a las 12 del mediodía.
Un vecino que fumaba en la ventana vio a un tipo joven y mal encarado traspasar
hacia la calle la cancela de nuestra casa-complejo y desatender los chisteos de sus colegas que estaban
sentados en las escaleras exteriores del vecino. Actuaba de avanzadilla. El
ladrón vio al vecino y se hizo el
longuis. Los otros dos presintieron el
riesgo y se fueron tras él. El vecino tenía que ir con su mujer a hacer
las compras y vio en las cercanías a los
sujetos sospechosos. Por lo que, sensible a su corazonada, regresó. Y les vio metidos
ya en la parte exterior del
Complejo. Comenzó a tocar la bocina y los ladrones huyeron por el tejado del garage
vivienda (parte del complejo). Llamó a la policía que realizaron unas
comprobaciones visuales. Ese día y el siguiente dormimos con la luz del
exterior del complejo principal encendida.
Hoy he encargado un dispositivo de seguridad a la República Popular China. Es un precio en dólares muy razonable.
Tras desechar el cuchillo de monte, por inservible en ausencia.
Además de urdir con un
exvigilante otro sistema complementario
de seguridad y vigilancia que no puedo desvelar por múltiples razones. Disponer de un sofisticado sistema de
seguridad me hace sentirme un hombre solvente, instalado en la vanguardia de su
tiempo, con una posición social y moral
importante. Esta decisión equivale para mí a ese nivel que confiere el estar en posesión de una colección de corbatas de grandes
firmas, y realizar guiños entre
comensales en un restaurante de lujo, tras
dejar al conserje las llaves del coche
para que lo aparque.
Cuando hace unos años tuve mi primer coche de cuatro puertas,
me sentí de alguna forma realizado y
triunfador, a pesar de que aquel coche era de cuarta mano, fácil. Tenía la chapa como
la del Titanic.
También tengo a mi hombre de confianza, mano derecha y brazo armado: el Rapso, que en el próximo
viaje tiene encomendada la seguridad del Complejo. Ayer miércoles nos entregamos,
una vez más, al cervecismo y le di las
instrucciones para la contravigilancia, supervisión activa y disuasión pasiva. Me dijo XY: miércoles, has estado con tu amigo ¿no?, sí, pero no es
el único.
Me ha llamado Arturo para recordarme la cena del sábado del
Casino, las famosas lecturas liberales, que solo le queda el final de
Tocqueville, y se supone que la ética de Max Weber lo tiene leído. Yo voy por el comienzo
de ambos - a Weber lo leí hace años, sin
aprovechamiento-, y no me va a dar tiempo de poder pasarme por un intelectual
incisivo; no, no puedo pretenderlo todo: ser un triunfador y un intelectual esquivo,
cáustico y con rencor hacia el mundo por hurtarme gloria y leyenda.
1 comentario:
-Siento el intento de robo, la situación se deteriora. Claro que sería peor si no se hubiera quedado en intento.
-¿Las llaves al conserje? Será para llevar su coche a desguace, al menos si es el mismo desde el cual usted me lanzó unos vivas a Israel. Puede que sea su mismo primer 4 puertas.
-El acero del Titanic dicen que era de mala calidad y se volvió frágil por las bajas temperaturas.
-Terminé y hoy devolví a La Granja el primer volumen de Tocqueville. El segundo ni lo intento. El Webwe con el audio ya lo doy por leído.
-En San Borondón escuché una vieja canción revolucionaria: " Cuando canta el gallo blanco se acaba el día, si cantase el gallo rojo otro gallo cantaría...".
-Nos vemos con Tocqueville y Weber.
-Me tiene que firmar un ejemplar del Sáhara bis. En la isla hoy sólo les quedaban tres ejemplares. "Un empleado a otro: -¿Lizundía? -Sí, ese señor que viene tanto."
Salu2, EDH.
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