“Vamos a un bar que te va gustar, al bar en el que te dije
tomé la caña de café ayer”. El bar no tiene nada, es antiguo pero sin adarme de
artes decorativas que lo ennoblezcan. Está al lado del mercado, modernista como
todos o casi todos en España, de Málaga.
Lo singular del bar aparte del café del que no tengo
referencia comparativa, son los 8 camareros de camisas blancas impolutas que lo atienden
y los churros. No había gente. La barra en forma de U de aluminio, y en el
suelo a cada metro papeleras con bolsas limpias abiertas. Era una escena
castiza y algo desangelada y solo las escaleras y los grandes espejos le
conferían la dignidad de lo antiguo muy contaminado por lo viejo, que es cuando
lo antiguo puede resultar degradado. Pero al menos vivían felices, comunitarios
y ajenos por completo a los inexorables patrones productivos de la globalización.
El amigo de pasaporte de EE.UU. –ahora estamos en
Fuengirola- me pregunta si me gusta Málaga. Le contesto que sí, mucho. Es la ciudad de España que más me gusta,
junto a Las Palmas de Gran Canaria. No
le digo la tercera, que es Ceuta. Una vez escribí que es la ciudad a donde iría
a morir. Se lo copié a Joseph Brodsky,
que lo dijo sobre Venecia (gran libro el
suyo sobre la ciudad, como el de Paul Morand, ya que estamos con Venecia) y
luego murió en Pensilvania.
Si hubiera una ciudad en el mundo que constituyese mi
réplica, correspondencia o la otra media esfera, si todos tuviéramos nuestro
equivalente urbano, el mío, yo, sería Ceuta. No es el Hierro antes de que
alguien lo piense, por aquello de que se
me endose lo de “merodeador de las periferias”, título que di a Peter Handke en
un artículo y que Oktaviansky con gran
tino me lo aplica. En Ceuta está todo lo que soy y me gusta, un sentimiento unitario de coordenadas de vida. Trasunto, metáfora, mi
omphalos.
LAS LIBRERIAS VACÍAS
Pido el último libro de Jon Juaristi, compré 2 en Málaga, se
lo quiero regalar a mi hermano. Se ha
agotado. Cómo que se ha agotado, ¿cuántos trajisteis? Uno. Juaristi uno, esto
es el fin del mundo. El panorama más tétrico lo ofrece la gran librería de la
cota 600. No es que no se venda, es que
no entra la gente, me dice D. Me tiene el libro Naciones y nacionalismos desde 1780 de Eric Hobsbawm. Ganas de
llorar por no tener tiempo para leerlo. Hay cola.
Compramos unos cuantos. De obra canaria, no había nada que me
pudiera interesar, salvo dos libros de conferencias atlánticas. Semileídos ya;
desleídos, conceptualmente amorfos, balbuceos en busca de centralidades personales,
“ideas” tan raquíticas como absurdas.
Al que tienen es a Félix
de Azúa, el que buscaba y otro. Resulta que me sirve para mi trabajo, el que
fue novísimo de Castellet y es narrador
laureado y ensayista ciclópeo ofrece grandes argumentos sobe los géneros
basilares de la literatura y la evolución de su vigencia y función, sus transiciones, superposiciones e hibridaciones.
En el otro libro califica a Tony Judt y a Cristopher Hitchens como sus
maestros, para mi pesar, referencias de oro recientes.
Tengo dos trabajos. El del fin de semana pude ser tan duro como el de
la semana. Mis esfuerzos me están compensando. Por eso aguanto. Pienso en las
vacaciones como la oportunidad para el mayor destajo. Mi referencia es el segundo del Sáhara. Voy
tras ello.
2 comentarios:
¿A usted le gusta la ciudad o le gusta sus bares?
Es una pena que en el paraíso no tengamos los bares de la península con sus tapas. Fracasan los pocos intentos de abrir algo decente; como hace aprox 10 años la fallida apertura de la franquicia "cañas y tapas" en la avenida Anaga y algún barecillo de tapas regentado por algún godo intrépido. Menos mal que cada uno tiene su pequeño consuelo usted con el Parra y yo con Canaima con sus las arepas a la piedra, la pata asada, tequeños y vino del norte bebible.
Salu2, EDH.
Creo que soy un poquito más sofisticado
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