Pero a Willy su propia genialidad le es insuficiente, sus máscaras y potencias llameantes le parecen convencionales y burguesas, necesita más. Un actor vive en el imaginario, en la adolescencia del juego permanente, la seducción, en el hacerse querer y admirar. El drama de Willy es lo efímero de todo ese mundo de lentejuelas y bambalinas, de focos, narcisismo, mitomanía, representación, eterno mostrarse y gustar; fijar una sonrisa bella y la naturalidad trabajada le supo a poco. A pesar del inapelable triunfo en el mundo de las apariencias. Pero Willy se siente incompleto, alejado del mundo, necesita protagonismo, focos, más cartel. Un servicio más alto y consagración, pues ser actor carece de heroísmo.
Si la libertad es una conquista de adultos, no así la subjetividad y el capricho de la propia voluntad, el ser siempre enfocado y visto, despertar la mirada de los otros y su admiración.
Willy adopta causas y caminos de mucho riesgo y que requieren mucha valentía, él se rebela contra el poder (cósmico, imperialista o marroquí), y abre periódicos, pero la Autoridad le da muy poca importancia, en realidad no le da ninguna, a lo más le considera obsesivo. El aspira a grandes retos y luchas denodadas pero el poder, el enemigo ni le toma en cuenta y le deja hacer y rebelarse. En un estado democrático no pasa de ser un cómico más en lucha consigo mismo, que está embebido de la Odisea o la Iliada apostando por su epopeya. Pura rabia, que es antesala de la gloria. ¡Mucho respeto a la fantasía!
Va al desierto algún fin de semana, pero también anuncia que será flotilla a Gaza, busca causas que defender, necesita luchar, no importan los frentes. Lo está implorando. Se va también a San Sebastián a ayudar a ETA, y a Venezuela a dar el aldabonazo. Incluso se integra en algún piquete. No puede más. Es como el Ché, necesita abrir uno, dos, tres… Vietnam.
Se come la arena del desierto, busca las causas monistas, el Uno, la eternidad de la quietud de lo logrado, la esplendente armonía de lo definitivo y manso, la abolición radical de las tensiones y las contradicciones, teme la complejidad, lo fluente, dispar, plural, vivo, imprevisible y azaroso. Le conturba tanto… sólo Cuba es definitiva y monolítica. Una, eterna.
En Tinduf hay cooperantes, enfermeros, médicos... y se pueden hacer algunas cosas, pero no es sitio para Willy, él dona solidaridad y actuaciones contra el enemigo bajo el disfraz del turbante. Ama la batalla pero no el sitio.
En Cuba inviertes el flujo de desesperados que huyen de la isla, el extranjero técnico tiene la vida garantizada, como en la globalización hay capas de privilegiados que no hay en Tinduf, los héroes pueden ser tratados como tales, hay circuitos de la nomenclatura reservados para los antiimperialistas oficiales más entorchados. Son ejemplo.
Pero cuánto nos durará Willy entre los “Comités de Trabajadores Escénicos para la Revolución” luchando contra el Imperialismo (como ha manifestado)... No es lo mismo ansiar la muerte (el estado de calma y unidad definitiva que un dios gobierna), que habitarla en su simbolización más plena.
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