Uno se dirige a gente más o menos de su cuerda y ámbitos en que se generan sabiendo sobradamente que en el resto, poco tendría que decir, como la vida misma.Quitando mi primer libro Vasca Cultura de Altura: retorno estético a Oteiza e Ibarrola (2000), que me dio muchas satisfacciones, o sea las simbólicas, los otros tres siguientes de décadas después, cayeron casi en tromba, sé mas o menos lo que me dicen que he vendido, para mí mucho, lo atribuyo o quisiera pensar que es la gente de época y quizá cierta curiosidad por un aterrizaje probablemente marciano, de alguien al otro lado de varios limes, más que extracivitas.
No hubiera escrito absolutamente nada del País Vasco, lo tenía más que concluso y cerrado con 7 llaves, pero me vi con casa en Las Arenas -Getxo, lo que cambió todo. Era ya todo ojos y reacción. Sobre todo en el metro de Getxo a Bilbao.
Uno da mucho valor por su significación a algunos silencios; con los silencios clamorosos, me inclino por la perplejidad y recusación. No me desagrada nada.
Las sucesivas posiciones en la vida y (con) devenir del alma, son las posiciones a la hora de escribir. Si sé lo que hago en otros campos, también en este, e igual de impelido, pero aquí es mucho más difícil.
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