Los escraches previamente concertados, no interpelan
buscando repuestas, son intimidantes, con insultos, amenazas ante los
domicilios de sus víctimas o practicando uno de los grandes preceptos woke: la cancelación.
No hay nadie que no sea de ultraizquierda que pueda dar una conferencia en
Políticas de la Complutense o en todas o
algunas universidades de Barcelona. Lo que iglesias y sus acólitos llamaban
jarabe democrático. La enfermedad que requería el tratamiento con jarabe era
una enfermedad atribuida por ellos mismos: ser “fachoesfero”. De los escraches
hay imágenes de una agresividad inaudita, de un odio incontenible como el que
padeció la ex presidenta de la Comunidad
de Madrid, Cristina Cifuentes. Pudiera pensarse que a los escraches de unos se
les respondió con los lances del lanzamiento de micrófonos de otros, pues no,
ya que se trata de los mismos. El último incorporado a esta disciplina
paraolímpicca ha sido el actual tabernero
Pablo Iglesias. En la presentación de su libro debelador, a puertas de su tabernáculo,
rodeado de micrófonos no solo no respondió a una pregunta formulada muy educadamente
como, por lo demás, hace siempre, Vito Quiles, que, arrebatándole el micrófono,
con insultos de fascista, basura, y que debía prohibirse su presencia en actos, lo lanzó lejos. Sobrevoló las cabezas del resto de
periodistas que ni se inmutaron. La prensa acusó gran naturalidad por la
acción. Incluso El Mundo en su crónica, omite el hecho. Por lo que uno ve desde provincias, los
periodistas, (clase periodística reunificada: Intxaurrondo más pseudos), han
asumido plenamente el deber de ninguneo e inexistencia de Vito, Bertrand Odongo, Javier Negre y algún
otro transgresor, que deben molestar mucho, pero que unen buenas formas (¡hoy, con
esa gobernación!) e impertinencia como
si fueran anglosajones, periodistas de raza. Pero ya no se estila. He visto
escenas en las ruedas de prensa gubernamentales, a los que hay que preguntar
como si fueran cardenales, no responder, o ironías acordes con el aparato cognitivo
de Patxi López, y el resto de los periodistas actuando como si fueran el melifluo
curita confesor y sor, Gabilondo, haciendo plantes pero no al evasor de
respuestas y deberes (amen de saqueos compulsivos), sino al periodista. Isabel
Pardo de Vera benefactora ejecutiva de
las sobrinas de Ábalos, por una pregunta comprometida (típica de periodista) de
Bertrand Odongo, tras llamarle gorila, le arrancó el micro y se lo tiro al
suelo. Otro fue Monedero, un verdadero sabueso y mastín del sexo. Otro, Antonio Maestre, un hombre intelectivamente
demediado. Medios disciplinados por su
gobierno nutricio celebran construir,
así mismo, su propio muro periodístico y persecutorio, mientras los “pseudos”
participan también de sus cordones sanitarios
y cancelaciones. Claudicantes estándares periodísticos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario