-¡Que tal la musulmana?- ha pasado una semana o días, vuelvo a preguntar a mi hermano. Ella no es musulmana, aunque ya todos han convenido en llamarle "la musulmana", hasta en grupos que no conozco, todo obra mía. Su único nexo es la relación histórica de su país por mor del Imperio Otomano con la Sublime Puerta, a orillas del Mar Negro
- Te pido que no escarbes en la herida.
- ¿Qué herida, farsante?, a mí no me vengas otra vez con esos cuentos- se queda mudo y aquiescente, ni trata de disimular.

Desde hace muchos años y ahora por primera vez lo haré publico. Siempre que le llamó lo hago con un preámbulo con este introito, pasen los días, semanas, meses, años bisiestos o no bisiestos, muchos años, que es
"Shalom, dónde podrías no estar y por qué motivación muy estrictamente muy personal" Siempre, y solo contesta a la primera parte sin entender todavía que es no estar y no estar. Y muchas veces apenas se extiende mucho más nuestra conversataInfatigable fedayin, mi primera pregunta es la misma, no fueran a quedar rescoldos -¡el amor es tan ingnífero y abrasador...!- ¿Qué sabemos de la musulmana?
-Nada
- Ni una llamada de cortesía, un "qué es de tu vida, ex-amor"
-Nada
-Pues no te amaba, seguramente buscaría sexo, quiero decir contigo


-En la calle Nokia se dice que habrá sido muy duro para ti, figúrate-
Y me contesta, con capas de cinismo, por bien frotadas, desprendidas esta vez
- Si ha sido una liberación...
-Oye hermano, podría ocurrir que cuando ibais la musulmana y tú a tomar algo a un bar terminara pagando el camarero...
-Sí, a veces
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