El catalanismo lo quisieron vender como una opción distinta del nacionalismo, eminentemente culturalista, laica, no incursa en la religión nacionalista, como un etnicismo academicista. Uno intenta recordar todas las celebridades de izquierda, que ya al final del franquismo asían la reivindicación nacional con la de clase (obrera), que causó furor entre las izquierdas españolas. Sin duda influyó su pasividad frente a Franco, que les permitió pensar y urdir, asumir la doble contradicción nacional y social, empezando por ETA. Ni las viejas organizaciones obreras españolistas (como Franco) ni el nacionalismo burgués de las nacionalidades, permitían superar esa doble contradicción. Pero sí a través de una izquierda que tuviera muy presente la entonces todavía llamada “cuestión nacional”. Los lideres de la izquierda que se definía de catalanista exhalaban el característico marchamo burgués. No de burgueses recién devenidos, sino con blasón de grupo social, de clase asentada por generaciones y cerrada. Los hijos de esa clase, de trabazón identitario muy fuerte, sólo se distinguían, y poco, ideológicamente; iban a los mismos colegios y clubes, universidades, veraneos, locales de esparcimiento. Y se casaban entre ellos (se llaman a sí mismos “la Farándula”, a esas 200 familias). En el caso catalán se da una circunstancia en esa clase, una cualidad esencial al decir de Fernando Savater, que es su esnobismo, que no ocurre con los vascos. Hace unos días lo ilustraba Arcadi Espada, ese estar más allá obligaba a conocer antes París que Madrid, que si no llega a ser por mis padres también me hubiera ocurrido a mí.
Pues sí, uno es capaz de recordar algunos nombres de políticos catalanes como Josep Pallach, Raimon Obiols, Joan Reventós, Narcis Serra. Estos eran la facción de izquierdas, que algunos pasaron por Bandera Roja y mucho París, con inquietudes pro-obreros y oprimidos inculcado en los colegios religiosos. Pero al lado y pegados, de sus mismas familias, tenían a los Oriol Bohigas, Esther Tusquets, Ricardo Bofill, Teresa Gimpera, Terenci Moix, Jorge Herralde, El Bocaccio, Cadaqués. En definitiva, la mítica mirífica «Gauche Divine», un progresismo moderno, de vuelo cosmopolita, pero anclaje los domingos al mediodía en las mejores pastelerías de Sarria- Sant Gervasi, un ritual de clase alta, sin matices ideológicos. Era un progresismo en exceso escaparatista. Su prurito y conciencia de facción de clase (nacional cultural) los llevó en las primeras Cortes a la constitución de un Grupo socialista catalán. Pero el socialismo español, con Felipe , no concebía quiebros en las señas de identidad históricas. Antes, esas elites burguesas se habían hecho con la UGT y base obreras.
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