Nació en Jerusalén (1935 -2003), es uno de los padres de los estudios poscoloniales y catedrático durante décadas de literatura inglesa y comparada de la Universidad de Columbia, tras vivir desde la adolescencia en Estados Unidos. En 1947 un año antes del estallido de la guerra arabo-israelí de 1948, su familia, como otras quinientas más de las clases altas y familias influyentes palestinas, huyó a Egipto. En El Cairo asistiría a una escuela anglicana, un cristianismo más minoritario aún en la región, para un palestino, bastante transitorio: era hijo de libaneses cristianos. De haber sido la comunidad cristiana (Iglesia armenia, bizantina ortodoxa, maronita, católica) minoritaria en Palestina, llegando en determinados lugares al 20%, en realidad hoy es del 1% (1,9% en Israel). Said pareciera ser un palestino cogido por los pelos. No obstante, el ser el autor del Orientalismo, la biblia de los estudios poscoloniales, le ha brindado tanto rédito como críticas y no benignas, uno es Juan Goytisolo (prescindió por completo de Al Ándalus).
Según Said la imagen/imaginario del oriental es obra de los occidentales, de su literatura, que conforma una tipología previa, canónica, desenfocada. Uno después de haber leído su Orientalismo descubrió la existencia de las extraordinarias colecciones islámicas de Tombuctú, Chinguetti, Dejnne, Gao y sus manuscritos de un sinfín de disciplinas, la biblioteca de Bagdad en el 815 tenía un millón de y la de Córdoba, la mitad. La epistemología árabe dominaba a la cristiana.
Cuando le echaron en cara sus omisiones oceánicas, se defendió afirmando que él sólo había estudiado las producciones de Estados Unidos, Alemania, Francia, Inglaterra.
Es sabido que tanto Frantz Fanon como Said, dos profetas del anticolonialismo, extraños culturalmente y voluntarios en sus ámbitos de actuación, no quisieron saber nada de la cultura islámica. Su repulsión era directamente contra Occidente. Christopher Hitchens fue amigo íntimo de Said, hasta que dejaron de serlo, y él escribe en Hitch-22, como era, que, le tomaba el pelo, por ser un apasionado degustador de la cultura occidental, trajes carísimos como sus pipas profesorales, conciertos de música clásica, Alfa Romeo, Rolex. Que al parecer le empujarían a pertenecer al Consejo Nacional Palestino y detestar a Arafat. El autor de Orientalismo era profesor de literatura inglesa, por tanto, de lo que Harold Bloom calificaría como el «canon occidental», o sea, todo lo contrario. Calló ante el 11-S y combatió los Acuerdos de Oslo, él y algún discípulo eran enemigos de la solución de los dos estados: sólo uno, palestino, pero «laico y democrático», la típica ideación alucinada de catedráticos exiliados de la vida entre adultos, en guetos de alegres estudiantes. Al final, un aval académico del victimismo.
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