La integración de la emigración en Europa no es la norteamericana
La religión laica woke ha puesto de moda lo fóbico, todo aquello que cuestione sus catecismos/catetismos, fuesen meros argumentos, precisiones, discrepancias racionales estarán contaminados por fobias: exaltaciones anímicas infundadas, repulsiones. Cualquier disidencia o reserva mental ya serán imposibles. Así tenemos una ristra de ellas: homofobia, xenofobia, LGTBIfobia, transfobia, pero también islamofobia. Aunque todos ellos te importen un pepino. ¿Desde cuándo es más importante y general la exaltada repulsión fóbica al mero desdén, desinterés, total lejanía, si no fuera para poder cultivar -ellos- un victimismo de magnitud cósmica? Bajo la religión marxista se podía ser objetivamente, por tanto, sin remedio, imperialista o clasista, es decir, la subjetividad quedaba de entrada proscrita, inexistente. Es mucho más plausible y cierto, que los auto estigmatizados de fobia, susciten muchísimo más desinterés que rechazo, no sean tan importantes como quieren, ni tan perseguidos como les gustaría (nada), y sí mucho más irrelevantes (como todos) que héroes. Las barbas y túnicas, carnavales y colorines, entrelazamientos ex-transgresores de máxima pasión -demostrativa ante la humanidad- no están entre las preocupaciones de nadie.
Recientemente en Inglaterra se han producido estallidos de violencia real y no fobia (deseada y construida/imputada) contra comunidades emigrantes. De la ideología de imputación de sentimientos perniciosos por los moralmente superiores, a los hechos reales de conflictos y enfrentamientos, así ha ocurrido. Obviamente como en Francia la asimilación, en el Reino Unido el multiculturalismo, ya se reconoce abiertamente su fracaso, se habla de un monoculturalismo plural, en que cada comunidad pugna por mayores recursos y beneficios, sin someterse a un sistema común de valores y reglas, que se concreta en el “todos iguales y libres”, y que han de respetarse, como ocurre en lo sustancial en Estados Unidos. Pude ver por televisión a inmigrantes subsaharianos salvados y atendidos por España, que la única palabra que conocían era un insulto: “¡racistas!” (estaban informados del país), lo que nunca se oiría a un guatemalteco u hondureño en la frontera de Estados Unidos. Las políticas de emigración en Europa no solo han fracasado clamorosamente, sino que anticipan decisivos problemas, ante los que el insulto de fóbico, será irrelevante. Los precursores del asilo y la recepción abierta de inmigrantes, como los países escandinavos y otros, que han dado un giro absolutamente radical, tiene mucho valor simbólico: marcan un rumbo claro. “Sumisión” de Houllebecq y las manifestaciones de Agamben, parecen auspiciar el final de la civilización europea (¿no somos tan humanistas y diferenciados?). Está por ver si la Europa del mayor gasto social y servicios públicos del mundo lo permitirá. Existe una Europa histórica a tener en cuenta. No parece fácil su depuración, salvo “percusión antifascista”.
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