sábado, febrero 11, 2023

El Metro de Bilbao, un resumen histórico-político español

Mañana Getxo Las Arenas, sin que obedezca a un propósito, solo a la espontaneidad, y a pesar de vivir a metros de la ría y la playa,  voy al centro eludiéndolos. El año pasado estuve en cuatro ocasiones, un total de dos meses y medio. Acostumbrado, nada me llama la atención.
Desde la otra orilla. Algo sí atrae  mi atención. Cuando voy en metro a  Bilbao, lo más destacado sigue siendo, que ya absolutamente a nadie se le oye hablar el vasco, mientras acrecientan  carteles e indicaciones en ese idioma a costa del español. Es interesante la lucha y esfuerzo  del Poder contra la libertad individual,  y  la ingeniería social con su pedagogía incesante contra los mundos de vida.
El pequeño Marruecos, faltaban libros que completaré. Quiero terminar el último del Sáhara, en el que tengo
grandes expectativas.
  
He sido muy náutico por así decirlo -me gustan mucho los barcos pero no navegar-  y tengo muchas maquetas en Tenerife, pero no me acerco al mar o ría, aunque los tenga pegados. No sé por qué.
La realidad profunda ella sola se restituye (conatus essendi), las aguas vuelven a su cauce; en el metro de Bilbao ya no se ven a los grupos abertzales, a la ETA de choque, borrokas, prepotentes como camisas pardas, alardeando de fuerza y coacción, con sus códigos tribales en el pelo y vestir,  Hace unos pocos años jugaba el Athletic Club de Bilbao y en las paradas de Las Arenas a Bilbao apenas ya se veían subir ikurriñas sino del equipo.
La realidad objetiva es por ejemplo la emigración, el curso de las fuerzas sociales impersonales y transnacionales; en el Metro los acentos que se oyen son los hispanoamericanos, magrebies o del este europeo.
Iban a fundar una nación y un sistema económico social en el que dominar ellos solos, una sangrienta dictadura, no han conseguido ni la mutación idiomática. Ninguna restitución pendiente, en Bilbao nunca se ha hablado euskera, eso sí, muchos tenemos todos los apellidos vascos. No han podido con la granja y tampoco el rebaño es tan dócil, por mucho que sigan a sus brutos y toscos pastores, como lo hacen.

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