Se dice que Putin quiere volver a llamar a la antigua
Stalingrado con ese nombre para rememorar
la heroica resistencia del ejército rojo a los nazis, haciendo un
paralelismo con la guerra contra Ucrania. No hay memoria política, como aquí la
mal llamada democrática, que no se dirija directamente al presente (a
movilizarlo) y acaso al futuro, trazando una parábola por el pasado. Como
alcanzan a saberlo Zapatero, Sánchez y Putin, y Orwell a denunciarlo.
La resistencia del ejército rojo a los nazis viene a ser
parecida al parvulario -lo dijo incluso Carmena- de igualdad ministerial, más
rocoso en simplicidad, henchido de ferocidad infantil ante ideas planas para
hacerse búnker, que bien vinieron en Stalingrado.
Estas diosas de ojos y cerebros vendados y balanza manca han absolutizado sus intra
fobias, extrayendo un asunto puramente legislativo (suyo) de reglas jurídicas elementales (relación
legislador/función jurisdiccional) para trasladarlo a inclinaciones (del alma o
de la carne) al pecado, de la derecha política,
mediática y judicial. Y deportiva. En las antípodas Ramón Tamames,
catedrático, antifranquista cierto, miembro del Comité Ejecutivo del PCE,
promotor de IU, Teniente de alcalde de Madrid con Tierno Galván -jamás hecho
fuerte en la política-, su Estructura de la economía española va para 30
ediciones, con otros libros,
colaboraciones y reflexiones notables. Es
uno de los más prestigiosos intelectuales del país, hombre de letras/pensamiento
y Estado, con una trayectoria política
anómala en España: insumisa, crítica y
mayormente ausente de ella.
Es el verdadero
intelectual que difiere del sacerdotal (si quedara) en que sabe evolucionar,
atendiendo a nuevas experiencias y reflexiones. Según inteligencia y
conocimientos acumulados (Savater). Los tertulianos, politólogos, periodistas
han razonado conforme a su cerrado marco epistemológico de conclusiones y claves de interpretación,
compartido con los políticos, para intercambio de prejuicios, lugares comunes,
logomaquias y estereotipos. Juntos hacen la misma diagnosis: Tamames, un anciano que se
humilla y que solo logrará reforzar el
Frankenstein. Habría que avisarle.
Pudiera ser que lo sepa y no vaya de eso, sino de clase magistral
inédita en la tribuna del Parlamento, lo nunca visto en lustros, pero ¿a quién
interesa eso hoy?
Su talla intelectual y moral es muy superior no ya a la morralla de escombrera que atesta el parlamento, gobierno y política, pero también al pequeño pelotón de escapados como a las tribunas de medios. El cortoplacismo, el horizonte de la política como cuantificaciones y filigranas electorales (expertos todos), la endogamia político-mediática, marco compartido de comprensión que domina la escena. Como se publicó el discurso homenaje a Salvador de Madariaga (1956) de Albert Camus, otro tanto habría que hacer con lo que diga o escriba a España Ramón Tamames
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