Lo que comenzó con el “No es No” termina con el “Sí es Sí”,
con todo el rigor apodíctico de sintagmas de niños testarudos,
cumplido ese elogio a la estulticia, será el marbete que acote este
periodo histórico que los dos exergos filosóficos auspician.
A Pam,
la segunda de Igualdad ministerial y la mayor ordeñadora de las
ubres estatales (120.000 euros de succión anual), hay que
reconocerle que no vive en el estado de crispación y cabreo de la
marquesa de Galapagar, sino que es propensa a risotadas y
divertimentos durante los fines de semanas de chicas y shopping en
Nueva york, turismo por el Mall de
Washington, con Falcon privado y
un contacto prescindible de excusa, como hace Sánchez. O tartas de
cumpleaños en el Ministerio inundado de alboroto adolescente.Si Pam y sus
adláteres se reían por cómo se había magnificado la suelta de
tiburones sexuales y rebajas de condenas, no solo era por la
compartida falta de escrúpulos que Sánchez ha irradiado entre sus
reverenciales políticos, sino por una cuestión teórica: jurídica
en apariencia.
Su humanismo no
es tanto
las víctimas de una manera sensible y empática, por
eso reían jocosas, sino que obedece a abstractas construcciones
mentales: el punitivismo.
Las penas
castigan -desde que el Derecho logró imponerse a la venganza
privada-, lo que a ellas no les importa y desprecian, que lo
contraponen a la “seguridad de las mujeres” (en cuanto seguridad
propiamente). Son feministas. Pam (nuestra chica surfera de Malibú,
por el nombre nomás), tenía razón cuando ironizaba con la
salida de delincuentes sexuales con que lo hacían a riadas, pero
decía algo de poco tino procesal: Qué nos importa que salgan 11 ó
20 meses antes, ¿qué le arregla a la víctima? Pues nada, lo que
nos interesa es la seguridad de las mujeres (en cuanto seguridad),
concluía Pam.
Filosóficamente
es una contradicción muy interesante, la desconexión cárcel/castigo
de seguridad de las mujeres, pero no es tal aunque pudiera parecerlo,
como ocurre siempre que se logra superar una contradicción. Como
Hegel y Marx. Ellas por ser mujeres precisamente odian el castigo
penal de cárcel, por coherencia anti patriarcal/anti machista y
pro-sororidad.
A los
depredadores sexuales, año arriba, año abajo, en todo caso siempre
se les podrá someter a una reeducación sostenida para extirparlos
núcleos machistas o perversiones clínicas, tienen sobrados
estudios, experiencia profesional y capacidad demostrada para eso y
amasar dinero inimaginado. Detrás está el modelo psiquiátrico
soviético, o de reeducación maoísta, castrista, la magia del
comunismo optimista criminal.
No conciben el
principio de res ponsabilidad personal, ni el conocimiento, ni la
ciencia jurídica. ¿Dimitir? sí ¿pero a dónde van?
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