Decía el historiador marxista y anglosajón (algo apenas
compatible sino fuera porque el autor nació austriaco) Eric Hobsbwan, miembro
de la élite universitaria británica, que es falso que las naciones precedan a
los nacionalistas, sino que es la confabulación de estos los que eventualmente
pueden crear una nación. No hay naciones antes que nacionalistas, es justamente al revés:
aquellas son creadas por ellos. O proceden de estados, imperios, reinos,
ciudades estados… No hay ente esperando ser descubierto, el ente se crea en todo caso.
En el caso de Canarias, tampoco llegan a eso, dada la artificialidad jocunda
del invento. Es otra excrecencia del axioma. Nuevos feudos y verdaderas oligarquías,
donde el rancio folclore esconde el negocio, el gran negocio clientelar.
Objetivamente ese es el catálogo objetivo de los activos políticos de la nación, de
cualquier nación de nuevo cuño. La España inventora, de creatividad ciertamente
imperial, aunque con negocios de cortijo
y planta latifundista. No podemos olvidar a Marx. Es la luz.
Pasamos del “que inventen ellos”, que tanto irritaba a
Unamuno y a Ortega, a ser fundadores de
una Nación de naciones. No somos conscientes aún de nuestro propio genio.
Jon Juaristi nos ilustra, y ayer lo hablaba con E por teléfono -al que regalé el libro que
tengo que regalar también a mi hermano-, en un
libro sobre España, del momento y la forma en que los vascos aparecen en la
historia, básicamente escrita (conciencia de sí), que es en el S. XIX, gracias a
reputados románticos alemanes y franceses como Herder, Humboldt y Chaho. Hasta
el XIX son vizcaínos todos salvo
navarros (Sabino Arana funda el partido Bizkaitarra, y de él el PNV), aunque desde mediados del
XVIII sean también vascongados. El significante sólo, es de anteayer, ulertu duzu?
Vascos, los únicos, eran los habitantes de Aquitania o Gascuña/gascón (siempre
franceses), como Montaigne (galo y vasco) en un terreno que como en el Israel bíblico
solo unas tribus hablan el idioma, en el extremo suroccidental de Aquitania.
Esta es la importancia del conocimiento. Me alegró que E,
que conoce bien el País Vasco, lea con fruición sobre la realidad histórica, temas
ahora en manos de las tribus de la ignorancia (puro analfabetismo), del
relativismo, la horizontalidad, de las opiniones todas idénticas.
A mí me ha pasado que en este festín relativista de la
chispeante horizontalidad se valorara más la diferencia de posiciones y los
abalorios que los fundamentos y la verdad (en base al conocimiento y la
capacidad crítica) que se defendieran. Ni el conocimiento ni la razón valen
ahora nada, jamás las opiniones del patán han tenido mayor legitimidad. Me temo que no hay batalla que ganar, no es fácil luchar contra
el Zeitgeist (el espíritu de época), pero sí de resistir. Y no parar de
combatir.
Felicitar a la Gobernación y sus redes por sus índices guinness en fracaso escolar y paro
juvenil, por iluminar tan promisoriamente el futuro de la nación en ciernes. Y
a los otros (tan conservadores o más), por acuñar como alternativa el lema
pancarta (para variar), ciertamente muy autocrítico (¡la falta de vergüenza…!),
de “En-se-ñan-za Pú-bli-ca” (finish), que es lo que queríamos demostrar.