Renegué de este libro básicamente por haber metido a Chukri con calzador, cuando al poco descubrí que Chukri ya era una marca comercial, ídolo con supporters, la mano de Santa Teresa, héroe de la Antigüedad Clásica, vuelto cameo y el rey del cameo, narcotizante para adeptos que eran su misma antítesis. Luego consideré a este libro el más interesante que había escrito de Marruecos, en el que me interpelaba y reflexionaba sobre la cultura de Marruecos, islámica, el islam africano, con la profundidad que merecía y a mi medida, y con la mirada más suelta, libre, personal de quien no es un profesional vitalicio de esas materias, sino un merodeador, visitante. Quitando a esos, que vienen ya focalizados de fábrica, para el resto son cuestiones que se eluden por completo, salvo en la participación en actos de carácter netamente folclórico: las expresiones veraniegas de apariencias y superficies convenientes.
Un europeo cuando más reluce es cuando más puede ser él el contraste, gana blancura
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