Son pocos pero están. El lugar de oírles les lees, en lugar de hablar escriben. Vi hace poco una entrevista de tres horas o más de Iñaki Martínez. Una cadena de la margen izquierda de la ría de Bilbao, en la que la periodista le expresaba, cálida, su simpatía y admiración. El punto txoko de confraternización vasca. Fue el equivalente a un cursillo de gramatica y lengua, sin puntos suspensivos, sin concordancias que no fueran exactas, terminadas todas las frases, ni anacolutos, pero tampoco metáforas, que no las emplea escribiendo en formato papel ni tampoco en su escritura verbal. Como ha enajenado todas las metáforas de su universo simbólico no puede irse por las ramas, al horizonte y firmamento, a las florecillas y el bosque. Ni subir al Gorbea.
Como él es vascoamericano, por tanto demediado a efectos étnico sanguineos -no todo lo vasco ha de ser sanguinario- como el célebre vizconde de Italo Calvino que él admira, me llama vasco de 8 apellidos (en realidad sé 9), como si la culpa fuera mía. Como me descubrió por Tánger, con mis 8 ó 9 de apellidaje vasco, residencia en el subtrópico, amistamos.
En mi libro De Bilbao a Bilbao, 40 años después, uno a quien lo dediqué era a él, lo saqué, pero finalmente lo volvería a meter en la dedicatoria. Me lo pensé mucho. Iñaki había participado de alguna forma por habernos escrito antes del libro, era del momento cercano, por lo que también debía estar, como los otros 4.
Le mandé el manuscrito, y se me revolvió asustado supongo: "qué ¿haciendo amigos?" Algo que me preocupa muchísimo. Igual que mi madre cuando me decia: "¡Qué dirá la gente!" Los vascos comunitaristas, siempre igual, tribales, parte del pueblo y pueblo, temerosos de dios, de su dios: la sociedad.
El día 26 hemos quedado, me dijo en Bilbao o Las Arenas Getxo, donde tendría un segundo domicilio, muy poco frecuentado; le contesté, en Bilbao mejor, que así puedo observar a los bilbaínos, sonreir, sentir su dulce perturbación en mí, estos son lo que fui, saber que como abra la boca soy uno de ellos, pura natividad, regresar a mi antigüedad, constatar lo negado, avenirme sin disgusto a cierta repulsa y desdén. Total ajenidad. Ocurre una cosa, mi hermano, que es canario y yo nos consideramos renegados de nuestros repectivos orígenes. Que no es más que indiferencia, muchísima lejanía, no atingencia y no Athletic Club de Bilbao.
Dijo de ir a algún batzoki; mayor excitación.
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