Como amigos muy masculinos habían alabado mis fotos con (por) amigas, ayer en el picnic navideño invité a componer esta estampa, si bien mirado pudiera sugerir una desagradable escena heteropatriarcal (quizá buscada)_o guiño a la buñuelesca Última Cena.
Las fiestas y las celebraciones son para desmesurarse, que es lo que suelo hacer yo desde más o menos los 14 años-, ya es el mundo y la gente tan densamente aburrida como para no aprovechar esas oportunidades.
Mi hermano era un abogado bastante multimillonario hasta que la crisis de 2008 (USA) y deriva 2010 (Spain) arrasó con el flujo de sus incrementos financieros. Nadie se ha quejado en España más de esa crisis que él, y con razón, ejem. Excusatio non petita....
Cambiamos de escena, hace 10 días coincidimos con una chica, que le dijo que le conocía (sigo con hermano) de siempre, de verlo caminando con un traje oscuro y corbata hiciera frío, calor o granizo. Todo el mundo intuía su frugalidad y desinterés por saciar la mínima propensión a la gula, un asceta, un maestro zen, un herbívoro indolente
Ayer buscó acomodo justo donde sus manos caían sobre la bandeja de jamón , otra de queso y el pan.. y antes de que alguno hubiera reparado que había sillas ya estaba dando cuenta de los alimentos, se personalizó una botella de vino, y la segunda copa resultaba ya cadena industrial
Como sabe que yo no puedo sustraerme a denunciar sus escenas de aprovechado jamás conocido, de obtención el máximo rendimiento, pasaba a burlarse de mi "como es todo gratis, verdad", ya en la muestra de su cinismo absoluto, escolarización malograda y falta clara de socialización. Nunca le he visto tomar champú, sin embargo ayer lo hacia combinando con vino, con avidez, sin momentos distintos
Tampoco le he visto nunca pedirse una cocacola y menos Nestea, reservado para alguien que no bebe alcohol, pues ayer se dio a las dos bebidas, lo que nadie hace, salvo él, que sabe abrir perfectamente la nevera.
Lo más cutre fue cuando ante las bandejas de bombones y asimilados navideños, se levantaba para alcanzarlos ejecutando movimientos de succionadora. Le amenacé: como te los metas en los bolsillos te vas a la calle y no vuelves mas. La gente se reía pero él, indemne a todo, tenía que aprovechar la gratuidad. Un caso clínico de tal profundidad psíquica como el caso del hombre de los lobos de Freud
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