La psicoanalista Melanie Klein, como Anna Freud (hija de Freud), trataron de llevar el psicoanálisis a las terapias con niños; Jacques Lacan fue más lejos, porque lo intentó con la psicosis. A los niños les faltaba biografía con disfunciones; a los psicóticos les sobraba el que fuera una verdadera enfermedad mental. El psicoanálisis quedó para los neuróticos, que pueden llegar a ser pasto del arte: cine (Woody Allen) , novela (Ignatius O´Reilly de John Kennedy Toole) por divertidos, con su desmesura, sus tics, sus mundos imaginarios, sus poses y papeles que adoptan, muchas veces desorbitados. En resumidas cuentas se debe a la importancia de la imaginación sobre lo real, sin que se pierda el contacto con esa realidad sino que es plenamente metamorfoseada por la imaginación desasosegada y febril del neurótico.
El emotivismo
en política constituye un gran desajuste
al tratarse de un ámbito estelar de lo racional y real (gestión, resultados,
proyectos y leyes que los acompañen), que a veces (ahora) se despacha como una reacción
pendular ganada a la razón depuesta. Inexcusablemente hemos de evocar a Hegel en cuanto a la simbiosis entre realidad y
razón. El emotivismo en la política acarrea
las pautas de la neurosis. Que en política se subliman y pasan por comunes y ordinarios
lo que en absoluto son. El narcisismo tan constitutivo de las neurosis, en la
política es algo reformulado como totalitarismo, el equivalente verdadero del narcisismo. La centralidad de la
propia voluntad y deseo, con el des-reconocimiento
del otro, objeto de las pulsiones agresivas al cuestionar y limitar su deseo de
omnipotencia. Podía perfectamente estar refiriéndome al supremacismo catalán
con casi absoluta literalidad paralela de condiciones definitorias. Y su exclusiva
y excluyente perspectiva focalizada. El neurótico, inmaduro como el niño, no
admite que frustren
la satisfacción de sus demandas, que le impongan límites, que haya de
someterse a la ley, a lo real simbólico frente a lo imaginario. Es quien solo decide.
El neurótico, niño déspota y malcriado, es el ciudadano de inclinaciones totalitarias,
que no asume las reglas de juego o las burla.
El emotivismo en
política no solo conduce al exhibicionismo pornográfico de buenas intenciones y
mejores sentimientos, al buenismo hipócrita, que calcinan responsabilidad, rendición
de cuentas y madurez, sino a la ñoñería y dominio de lo más cursi y melifluo.
La empatía como aptitud sentimental, es de la misma vacuidad que las exhortaciones a la virtud y
buen camino, sin el ropaje del catecismo. Nuestra izquierda desprovista
de todo su fundamentación racional histórica se hace fuerte en la empatía, mentiras, ¨resiliencia¨
-¡ya!-, y el desacato: Vaciando las reglas institucionales, ignorando las
realidades materiales: Infancia despótica/adolescencia chulesca.
https://www.eldia.es/opinion/2022/01/18/emotivismo-neurosis-politica-61671395.html
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