domingo, abril 19, 2020

Un largo sueño en Tánger de Antonio Lozano, leído ayer

A pocas cosas se enfrenta uno con ojos primerizos, sino según a quién con todos mis prejuicios (ojo, que decía Gadamer que forman parte de los juicios). De Antonio Lozano había oído hablar muy bien, pero yo de casi todo el mundo tengo -vamos a decir ahora a prioris- mis a prioris según por dónde y con quien se muevan. Sería si no todo muy cansino, novedad radical, imprevisto, sorpresa, susto. Del autor había leído un prólogo, para decirlo con ecuanimidad, infausto, obviamente de un africano, tanto que lo saqué en mi libro de Ensayos. Vamos a dejar la coralidad  y previsibilidad progre (my class enemy) y su buenismo, ese ejército de gente muy arropada siempre con los suyos, para intentar la concisión. Ayer me leí Un largo sueño de Tánger gracias a Amazon y quedé rendido, fascinado, revocado. Trato de escribir algo sobre Tánger y tengo una lista de lo que no tengo que leer (fundamental) y lo que sí. Este era de los que sí. Desde el punto de vista literario me parece increíblemente conseguido, tiene una arquitectura narrativa tan medida que es una obra de teatro con todos los actos ajustados, todas las entradas y salidas se engarzan y te arrastran. La concepción es verdaderamente  genial y logra desarrollarla no ya sin estrellarse, sino sin derrapar. Me temía al Lozano ideologizado (apenas sé de él, escribo por escribir que para eso estamos confitados, aunque no por ello excesivamente dulces) y hasta en eso sale airoso, el discurso de contricción de los hijos y de Isabel apenas se nota y el testimonio de tangerinos sociológicos no es central. Menos mal.
Me entraron ganas de releer La vida perra de Juanita Narboni, para ver cuál era el poso emocional, el punto admirativo, los trasmundos sintonizados. Pensando para mí,  la arquitectura, que tanto gustan a los grandes novelistas y a sus fruidores, que tiene Un largo sueño en Tánger no tiene la Vida perra que es flujo incontenible, discursividad  motorizada, devenir omniabarcante,  totalidad. En la primera hay sujetos y tiempo, acontecimientos, tiempos compartidos, espacios, ángulos, rectas, ondulaciones. No me gustó el final, que Isabel no se fuera con Paco, porque resulta moralizador, parece de un jesuita: ¡vivir la propia vida…!, cuando es mucho mejor no vivirla, lo que hacen los científicos, que se libran de ella con su obsesión y sus probetas.
 Los títulos lo dicen todo: el sueño es quimérico (además no tiene pesadillas), que les pasó a los tangerinos hispanos, la perra vida es las dos cosas separadas “perra” y “vida” (vamos  a ponernos en la piel de Ángel Vázquez) y juntas, que lo empeora.


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