A pocas cosas se enfrenta uno con ojos primerizos, sino
según a quién con todos mis prejuicios (ojo, que decía Gadamer que forman parte
de los juicios). De Antonio Lozano había oído hablar muy bien, pero yo de casi
todo el mundo tengo -vamos a decir ahora a prioris- mis a prioris según por
dónde y con quien se muevan. Sería si no todo muy cansino, novedad radical,
imprevisto, sorpresa, susto. Del autor había leído un prólogo, para decirlo
con ecuanimidad, infausto, obviamente de un africano, tanto que lo saqué en mi
libro de Ensayos. Vamos a dejar la
coralidad y previsibilidad progre (my
class enemy) y su buenismo, ese ejército de gente muy arropada siempre con los
suyos, para intentar la concisión. Ayer me leí Un largo sueño de Tánger gracias a Amazon y quedé rendido,
fascinado, revocado. Trato de escribir algo sobre Tánger y tengo una lista de
lo que no tengo que leer (fundamental) y lo que sí. Este era de los que sí. Desde
el punto de vista literario me parece increíblemente conseguido, tiene una
arquitectura narrativa tan medida que es una obra de teatro con todos los actos
ajustados, todas las entradas y salidas se engarzan y te arrastran. La
concepción es verdaderamente genial y
logra desarrollarla no ya sin estrellarse, sino sin derrapar. Me temía al
Lozano ideologizado (apenas sé de él, escribo por escribir que para eso estamos
confitados, aunque no por ello excesivamente dulces) y hasta en eso sale
airoso, el discurso de contricción de los hijos y de Isabel apenas se nota y el
testimonio de tangerinos sociológicos no es central. Menos mal.
Me entraron ganas de releer La vida perra de Juanita Narboni, para ver cuál era el poso
emocional, el punto admirativo, los trasmundos sintonizados. Pensando para mí, la arquitectura, que tanto gustan a los grandes
novelistas y a sus fruidores, que tiene Un
largo sueño en Tánger no tiene la Vida perra que es flujo incontenible,
discursividad motorizada, devenir omniabarcante, totalidad. En la primera hay sujetos y
tiempo, acontecimientos, tiempos compartidos, espacios, ángulos, rectas,
ondulaciones. No me gustó el final, que Isabel no se fuera con Paco, porque
resulta moralizador, parece de un jesuita: ¡vivir la propia vida…!, cuando es
mucho mejor no vivirla, lo que hacen los científicos, que se libran de ella con
su obsesión y sus probetas.
Los títulos lo dicen
todo: el sueño es quimérico (además no tiene pesadillas), que les pasó a los
tangerinos hispanos, la perra vida es las dos cosas separadas “perra” y “vida”
(vamos a ponernos en la piel de Ángel
Vázquez) y juntas, que lo empeora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario