martes, abril 14, 2020

Solo sale en papel y me dinamitan el título

¿Responsabilidad o fuerza mayor?
 La responsabilidad objetiva significa la imputación a un sujeto de los riesgos generados por su actividad, siendo culposa la acción u omisión generadora; y está omnipresente entre empresas, particulares, profesionales, etc. De la inmensa mayoría de los daños se responde en vía civil o penal. El brote del coronavirus es un hecho posiblemente inevitable, incluso su propagación, pero no su forma y alcance, ni la utilización de armas y estrategias para evitar o limitarlo. No es fuerza mayor, porque es un proceso jalonado de un sinfín de acciones y omisiones, de influencia drástica en los resultados. Pandemia comparada.
Desde el mes de enero de 2020 el gobierno sabe de la gravedad de la epidemia. Por la OMS e instancias internacionales, por reconocerlo el ministro Duque creando un consejo, y también empíricamente. Lo sabían por los repatriados de Wuham y por el alemán de La Gomera, sometidos a drásticas cuarentenas. Atesoraron más casuística en  febrero con el hotel de Las Américas, sabían bien con que trataban porque tuvieron encerrados a mil personas quince días. Mientras actuaban así, inexplicablemente el gobierno y sus medios televisivos se reían de una gripe irrisoria. El gobierno no quería desenfocar su política de progreso con la actualización sectaria de la guerra civil, con la que tan urgentes e históricos pasos había dado, desentierro de Franco y de cunetas eternas ¡qué paradojas asesta la vida! Pero la joya de la corona, el acto más celebrativo, el hito histórico era el advenimiento inminente de la sociedad feminista desde una pasarela infantil y exhibicionista, en una sociedad de millones de mujeres que copan la enseñanza, justicia, sanidad  y otras que con coraje extraordinario sacan  adelante a sus hijos. Franco y el 8M eran imperiosos, eran el altar de su política y no tenían precio, cualquiera, máxima urgencia: “va la vida en ello” (Calvo), otra paradoja siniestra. Lo seguían sabiendo el 8M, algunas ministras llevaban guantes  y entre brincos ministeriales y consortes se advertían entre ellas: ¡No Besar!  Luego ya vino el estrépito, retrasos encadenados, creación tardía de la comisión científica, negligencias, ocultamientos, errores, mentiras, ineptitud pura, estultas homilías de posado megalómano, violación de la cuarentena, cobijo en la Privada, contumaz desprecio a la oposición y coacciones a la libertad de expresión buscando el silencio total. Si toda esta desolación pasara a los juzgados habría una pormenorizada relación de hechos/omisiones acaecidos, ajena a la verbosidad venezolana.
Aunque los cadáveres sean fríos guarismos para desmaterializar la tragedia, los resultados hablan solos, acumulamos records de números y  sanitarios contagiados. Es imperiosa la responsabilidad legal (no “política”), que debe extenderse a los “gestores”/responsables públicos.
JOSÉ MARÍA LIZUNDIA


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