En Mercadona todos los empleados son muy amables y la clientela
precavida, presa de la interiorización de consignas, por lo que afecta cierto estilo inglés noble, de maneras y atenciones. Pero
es tanta modulación de conductas y sintonía de miradas (parece el metro de
Londres durante la II Guerra Mundial) que aburren bastante.
Me saluda Paqui, la de la gasolinera, me voy a parar pero me rehúsa. ¡Joder, no era tan atenta! Después en la gasolinera donde he parado a comprar el
periódico, le he contado a Mari Luz la
cubana que me acababa de encontrar a
Paqui y como si oyera llover. Igual no se llevan. Con esta conectividad donde mejor
estoy es en casa bajo la custodia de XY, por mucho que emponzoñe mi virilidad.
Bueno en Mercadona parking he alcanzado a tener un pequeño incidente,
salía para atrás y quería uno pasar, que le veía que no tenía pinta de parar,
cuando debía de esperar. Veremos quién es más intrépido y llega al borde del
acantilado sin saltar. Se lo voy a poner difícil, difícil ni pollas, porque se
ha colado. Pues me ha ganado él. Otra vez y por motivo distinto mi virilidad
rebotando en el suelo como el euro del carro. No me doy por vencido y saco mi
repertorio de provocador que consiste en adoptar actitudes de difícil interpretación,
porque ofrecen al menos tres pistas: estoy frente a un tipo atrabiliario absorbido y
manejado por su madre y por ende previsible que alguna vez estalle, un tipo
inseguro y acobardado que se odia tanto que en cualquier momento transfiera ese odio, o un verdadero demente. Pues se ha quedado con la ecuación sin resolver, pero
no me ha mantenido la mirada, claro. Llevaba todo el pandemonium sin un acto de
virilidad o protesta de testosterona a que
aferrarme y tan tutelado por XY, que por fin hacía algo de provecho a esos
efectos, como siempre de la mano de la sobreactuación que es como el crepitar de
la madera de donde solo sale humo
Cerca de casa: control
policial
Se confirma mi primera impresión: estos van de supervisores natos.
Aclaro que era la policía de la municipalidad, que son canarios bonancibles,
pueden ponerse hasta cariñosos, como
aquella vez que me pararon e incendié con mis inhalaciones/exhalaciones todo el
aparataje (XY les lloró, mientras yo observaba total abulia y máximo desinterés: indulto. No lo vuelva hacer), pero hoy están un poco godos.
Le saco la minuta-acordeón de Mercadona y hago que la brisa la
ponga a flamear.
-Vengo de Mercadona, ¡qué casualidad!- y le sonrío, con falsa mansedumbre y un deje
sarcástico para que interprete -Aquí tienes la coartada- y se la doy.
-Lo veremos- así tan insolente, y empieza a hacer pesquisas
en busca y persecución de la fecha
-Pues claro que lo veremos, solo tienes que abrir el maletero,
que no cierra y está abierto- (tengo un coche
de muy poca ostentación).
-Pues sí, es de hoy
-Tan de hoy que es casi de ahora mismo, como que no tengo percepción
de hacer salido todavía: es como si estuviéramos hablando en Mercadona- no creo que me
haya cogido nada.
-Gracias.-
Llego al siguiente supervisor de la municipalidad y mira al
sobrepasado para que diera el placet
para que continuara, o aplicar la ley de fugas.
-Ya he sido registrado y supervisado y he dado positivo,
esto negativo, bueno no sé...
-Pase, pase- ha sido frustrante, porque me habían entrado muchas
ganas de hablar y no regresar tan pronto al presidio.