Comprado en Las Arenas, leído en lo trenes de Bilbao a Sevilla, no terminado. Reconfortante por hondo, vidas que transitan por mundos en los que permanecen absorbidas, en su desnudez más porosa y lúgubre.
Desde que regresé el
viernes, aparte de los planes de sábado y
lunes me he dedicado a las galeradas. Ya faltan las segundas correcciones. El prólogo es del
Niño, que fue el domingo a dar una conferencia (o
mesa) a Sofía (Bulgaria) sobre Rusia. Ya
me las ha mandado.
Ayer descansé y me puse a leer ya sin ningún objetivo sobre multiculturalismo e interculturalidad y
sobre los judíos en la Viena dela Belle Epoque, con música
de la cadena Dial y
Franco Battiato (años sin oírle), que me encanta: ¡qué
música y letras!, siempre lo poníamos
en nuestros comidas o cenas
guateque de los 90. E y Espy también lo bailaban.
El lunes en Los
Reunidos, Fer me enseñó el “guisote Pancho Villa” que hace Espy en Tucson: condimentos y una vez hecho. Tenemos
dólar y euro casi a la par, lo que nos perjudicará.
La verdad es que con las correcciones del “Sáhara, cambio de
paradigma” he sentido mucha satisfacción, lo he disfrutado, tenía al final la sensación de haber
sacado lo mejor de mí. Según el Niño –que es autoridad- mi trilogía del Sáhara ya es imprescindible
para entrar en esa materia. También que mantengo posiciones que no son populares en España.
No lo elijo, solo puedo escribir sobre lo no dicho, no reflexionado, los ángulos ignorados, lejos del mainstream.
Influirá en ello mi aversión por la opinión común, las consignas, el dictum coral, y todos los lugares comunes,
estereotipos, prejuicios, ideas-
eslóganes… nunca he podido con ello. Lo mayoritario siempre me ha dado grima,
desde adolescente, sabía que no era lugar noble, ni digno, ni era la verdad
(tenía el franquismo, sin ir más lejos).
En marcha la preparación de las fiestas. Vienen y repiten desde
lejos.
Mis hijos, días en Chicago por el Thanksgiving (day no
se dice según mi hijo). Pero hoy, vía Atlanta, se va a Panamá
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