miércoles, noviembre 02, 2016

Caustico, sindicalismo feliz y patrocinio personal


Estoy   feliz como una perdiz con mi último libro sobre el  Sáhara: lo he corregido tantas veces, que ahora disfruto con el  producto, siempre encuentro algo más o menos pérfido, una aclaración conceptual, un mejor adjetivo, una sutil causticidad. ¿Qué siento? Que he ido lejos y ojalá que majestuosamente.
En mi forma de  escribir siempre me sale  la causticidad. Conocí la  palabra porque en fiestas de Bermeo donde íbamos los veraneantes de la zona, me puse hablar con uno de los de  Bakio, del colegio, y sus amigos, algo les debía estar diciendo  porque se acercó mi amigo madrileño Juan Ignacio, que estaban al lado, y les dijo que yo era muy caustico, no la había oído nunca. Ahora me he acordado, insultaba al que conocía. O sea, caustico era yo. Creo que ha sido la única palabra con que me han adjetivado,  que no la conociera. Claro, te deja marcado. Por lo que me acuerdo perfectamente de este acto bautismal. Me gustó el significado y me alegró serlo. 
Estar enterrado en las arenas del Sáhara, ya impaciente, y pasarme otra vez al síndico y a una de las personas más inteligentes que he conocido en mi vida, ha estado bien.  Creo que mi artículo contiene un alijo importante de causticidad, y es un texto rápido, como un torrente saltarín, primaveral, alegre. Conociendo a sus destinatarios y su mundo, su pequeña burbuja de importancia, supongo que les habrá gustado mucho ¡por fin expuesto a la luz del mundo y confrontarse!, nadie les ha abiertos horizontes –no tienen, solo presente tibio, en sus anémicas vidas.
Está resultando cierto que soy el gran patrocinador del sindicalismo. Ayer subí ya al más leído de criterios u opinión del periódico, donde sigo. Y en youtube de la Real Sociedad Económica ya tengo mi presentación muy por encima de autoridades académicas y de extraordinaria proyección. Que me pase a mí con el sindicalismo da  idea de la memez que representa hoy en día. Lo mismo continúo con invisibles,  enanos y estultos.
Ahora si presiento que acierto, que produzco pequeñas heridas, que igual agrieto o ensucio muros de aprioris, principios incuestionables. Leí a alguien que había que mantener la piedad en las críticas, yo creo que hay que ser totalmente inmisericorde, burlón y profanador. Que no tengan posibilidad de recuperación. Y si se siente desprecio, mostrarlo a las claras, que siempre constituirá la sonrisa más artera. Nunca me había referido a la pequeña marca oxidada por las siglas. Su ara con aura, ¡cómo nombran las siglas! como si fuera una deidad tutelar inmensa. Ay que ser mamones. Si no es por mi, nadie les ha sacado en opinión...
Hoy ha venido mi hermano a casa y de paso me ha traído El País. Le ha gustado mi régimen.
El lunes estaba La Noria lleno de halloweens, para variar, bajo el sino de la imposibilidad metafísica de gracia  (es cuando me acuerdo de los baskisch, eran muy buenos) pero teníamos mesa. Y nos dieron la una y las dos y las tres.
Vino Javi Coca, un placer. Como nos consideramos todos zumbados –de lo que nos alegramos y celebramos-, hicimos unas listas de ello, bueno las hizo B, en una salía el segundo y en otra el cuarto. Yael creo que me pone por delante de mi hermano.
El catedrático intelectualmente vitalicio full time, me dijo que conocía a Giorgio Agamben, filósofo de mucha proyección actual (al que tenemos para leer) por mí.
-Si te estoy diciendo que no puedo con él. Heidegger en comparación es un sindicalista. 


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