Las barras y estrellas custodiadas por su animal totémico
Al parecer llevan días, tras salir del trabajo, yendo de puerta
en puerta pidiendo el voto para Hillary. Por supuesto, con Obama se entregaron.
Hace unas semanas mientras mi hija estaba en El Cairo, mi hijo fue a un mitin
de Hillary, según contó a su madre le gustaron mucho las mujeres que asistieron,
le recordaban a ella. La verdad, que de lo que más hemos hablado (y lo hacemos
por teléfono) siempre en casa ha sido de política, sociología. Desde el
conocimiento y el análisis, detestamos las etiquetas. Igual por eso evito
hablar fuera, me molesta, salvo con
amigos muy contados. Ni que fuera
patrimonio familiar no compartible.
Curiosamente, aunque mi hijo haga otras cosas y lógicamente
más importantes, el valor simbólico de esas acciones, para mí personalmente
representan mucho. En algún sentido es como si hablaran de mí, es como si
señalaran o iluminaran el camino de mi vida, al concentrarse los valores,
sueños e ideales que en el fondo admiraba, y realizarse increíblemente próximos.
Los que ni siquiera tuvieron forma y
formulación, pero que latían en el inconsciente más que, para ponernos
freudianos, en los ideales del yo.
Aunque pueden que sean también inconscientes o en parte.
El más vasco de entre los vascos, desde luego admiraba el
cosmopolitismo –me resultaba inexplicable que me gustaran los pasadobles y me
pareciera alucinante y sublime la
extensión del idioma español (que jamás confesé)-, más que el universalismo
(que no es más que declaración de
intenciones), y siempre me atrajo la implicación política en países de adopción
y elegidos como Lord Byron, Lawrence de
Arabia, Montesquieu… y el tercer elemento: la fascinación por la política,
pocas cosas más nobles, aunque masivamente ocupada por los más innobles, el ágora
de masas y mediocridad.
No concibo el blog
como los especialistas en temas que
atrae a los interesados y han de esmerarse mucho, aunque yo tenga dos o tres al respecto, perfectamente descuidados. Prefiero los blogs personales similares a diarios, notas, divagaciones ya que
en esos está la vertiente literaria, ese desenfreno, y donde queda entronizado
el autor, que forzosamente se hace o literario o imbécil perdido. Como un
diarista, que es lo que confiere encuadre literario al gusto y necesidad de
escribir. Ya se rellenará.
Mi último libro
No tengo ninguna duda que es muy bueno lo que he escrito, y
lo digo conteniéndome solo porque es mío. A mí me interesan las
opiniones de 2 ó 3 personas, que son muy cualificadas. Mi hermano que lo está
corrigiendo, el viernes en el Atlantic me dijo sin preguntarle que era el
mejor. Otro familiar, mi hijo, me escribe desde Washington que es “simplemente
fabuloso”, que soy un auténtico intelectual y que le ha encantado, me envía
correcciones sobre la marcha. Quien ha sido capaz de escribir, con nivel absolutamente
inédito, de sindicalismo, lógicamente puede con todo. Me lo tuve que plantear como reto literario y
ensayístico.
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